Historias de la Nueva Era: Las aguas turbias
Las aguas del Llobregat bajan bien turbias. Al menos en su
desembocadura, el marrón del barro y el azul del mar, como agua y aceite,
parecen imposibles de fusionar.
Las aguas de las cloacas del estado también bajan turbias y
revueltas, y estas si, sin duda, son imposibles de mezclar… con la democracia.
Tantos años jugando con lo que les gustaría ser y su
realidad, arrimándose sin disimulo a esa, que alguno llama “derechita cobarde”;
la que marca su paso y dirección. El PSOE ha caído una vez más en la propia
trampa.
Llevan años mirando para otro lado de lo que realmente pasaba
en Catalunya, porque ya les iba bien para su caladero de votos en esa España
que se declara de izquierdas, porque les parece, como imagen, más políticamente
correcto, aunque en realidad son, tan solo ligeramente, menos casposos que los
llamados del trifachito, y ni tan siquiera esconden su indisimulada catalanofobia.
Ahora, ellos se han convertido en la pieza de caza de esos
llamados “cuerpos de seguridad”, los que tenían de confidente al Imán de
Ripoll, los de la policía patriótica, los que lloraban sin dar la cara en el
juicio del procés, los que se inventaban pruebas contra los políticos
catalanes, los que se abrazan a los pijo-fachas que se manifiestan en el barrio
de Salamanca… y ojo que, de aquí a cuatro días, los oiremos (porque tampoco
tendrán la valentía de dar la cara), sentados en el banquillo de los testigos
de la acusación, declarando que Marlaska e Iglesias los miraban con ojos de
odio, una mirada de odio que ni tan siquiera sufrieron en los tiempos de
servicio en el País Vasco y el terrorismo de ETA…
Estos socialistas del “entre dos aguas”, han conseguido que
les despojen de la bandera, la justicia, la policía, el ejército y hasta el mérito
de haber sido quienes acabasen con la ETA. Ese muerto, que comparte escaño con
la derecha y ultraderecha como si fuese el Cid Campeador.
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