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domingo, 23 de octubre de 2016

NO LES LLAMES DICTADORES, LLAMALES DEMÓCRATAS RESPONSABLES


Un dictador es alguien que "dicta", es decir decide según su criterio independientemente de lo que piensen sus ciudadanos porque, en su excelsa sabiduría, él es quien está en posesión de la verdad. El dictador "salva" a su pueblo de fuerzas extrañas, radicales, revolucionarios o contra-revolucionarios, además impone su creencia religiosa o atea según sus sentimientos, que él piensa son los de sus mandados aunque no lo sepan. El PSOE impone su dictadura, de momento sin una cabeza especialmente visible (como los generales que se levantaron contra la república), y supongo que están esperando a su Franco. Unos incitan, dictan bajo el disimulo de la opinión, son poseedores de la verdad. Ellos saben que es lo que les interesa a los españoles y como dictadores, no piden su opinión porque somos ignorantes de lo que realmente "nos" interesa y, como los dictadores, en ningún caso lo hacen en defensa de sus intereses personales u oligarcas. De momento, son tan poco originales que empiezan con un golpe de estado, como casi todos, dijeron que eran republicanos, pero luego se transformaron en monárquicos porque es lo que nos interesaba a los españoles, y por eso, además, renegaron de la bandera tricolor que habían pintado con sangre en sus orígenes y el "pardillo" se envolvió en la bandera que impuso el dictador anterior sobre la legal del país que fue derrocada por los insurrectos, traicionando a sus muertos. También eran partidarios de la autodeterminación (que no significa independencia, sino que los pueblos decidan lo que quieren ser), pero luego hicieron suyo el lema de "Una, Grande y Libre", solo que en su caso quiere ser libre de los "perro flautas", esos radicales que quieren acabar con su sistema social. Ese sistema que deja que un "empresarillo" se hunda y lo pierda todo por causa de la crisis, mientras salva a "sus" empresarios de verdad, los banqueros que después de arruinar sus empresas y saquearlas (garantizándose además unas pensiones multimillonarias de donde no habían dejado nada), con el dinero de todos nosotros (de los asalariados quitándonoslo directamente de nuestros sueldos y de ellos y de quienes no tienen, robándonos el derecho a una sanidad y educación digna entre otras). Y estos dictadores, además, se denominan demócratas, piden tu voto diciéndote lo que van a hacer y, una vez en su poder se creen en el derecho de hacer con él lo que les venga en gana porque quienes les han votado no sabían lo que les convenía y para eso están ellos. Mañana se reúnen estos "salvapatrias" y decidirán que cuando el novio les pida en matrimonio le dirán que no para hacerse los importantes, y luego le dirán "que si, tontín", y el tontín les pedirá que tienen que prometerle fidelidad hasta la muerte, porque él se va a portar bien y además, que saben que unos y otros se necesitan para salvar el país "por encima de sus intereses personales y de partido". ¿Por encima de lo que piensen quienes les prestaron su voto? naturalmente. Pero por favor, no les llaméis dictadores, llamadles "demócratas responsables".

domingo, 2 de octubre de 2016

III - TARIFA LA NUEVA ÍTACA


"Mientras recorro las playas que no conozco,
mientras escucho los lamentos, las voces de los hombres y mujeres náufragos,
mientras aspiro las brisas impalpables que me asedian,
mientras el océano -tan misterioso- se aproxima a mi cada vez más,
yo no soy sino un insignificante madero abandonado por la resaca,
un puñado de arena y hojas muertas,
y me confundo con las arenas y con los restos del naufragio."
(Fragmento de "Con el reflujo del océano de la vida" de Walt Whitman)

El 1 de noviembre de 1.988 apareció en la playa de Los Lances de Tarifa, el cadáver del que se considera la primera víctima de la inmigración en el estrecho. El cronista del Diario de Cádiz cuenta que ese día había amanecido gris y brumoso, con fuerte viento de levante, los pescadores no habían salido al mar y el pueblo seguía durmiendo al ser un día festivo. El capitán de la Guardia Civil le llamó a las 7,30 de la mañana para decirle que había aparecido un "fiambre" en la playa.
"Era un hombre joven, magrebí. El cuerpo estaba tumbado bocarriba sobre la arena, con los brazos extendidos. A pocos metros de él, varada, una barca de madera de unos seis metros de eslora. Una patera".
El periodista fotografió la escena y aquella imagen, publicada al día siguiente en el Diario de Cádiz, dio tiempo después, la vuelta al mundo. En un principio pensaron que se trataba de un traficante de hachís, muy habitual en la época, pero minutos después les avisaron que habían detenido a cinco marroquís deambulando por la carretera de Tarifa, y le pidieron que como hablaba francés, les hiciese de intérprete.
Los supervivientes contaron que no eran traficantes de hachís, sino que pretendían llegar a España para buscarse la vida. Pagaron 35.000 pesetas para subir a la patera. Salieron de Tánger a medianoche y en mitad de la travesía les sorprendió un fuerte temporal de levante. Cuando se acercaron a la playa de Tarifa, guiados por las luces de la gasolinera, creían que podrían desembarcar haciendo pie, pero tuvieron un mal cálculo. Entre los intentos de agarrarse a la barca, el zarandeo, y que no sabían nadar, la barca terminó cayendo de lado y solo se salvaron cinco. Habían salido 23 de Tánger.
Ese mismo día la Cruz Roja recogió tres cadáveres del agua y en los días siguientes, el mar devolvió otros nueve a las costas de Tarifa y uno más en la playa de Ceuta.
Fue el comienzo de la tragedia del Estrecho. Imágenes impactantes a las que por repetitivas se va acostumbrando el ser humano, y al menos nosotros, no fuimos realmente conscientes hasta que sin esperarlo nos dimos de bruces con la realidad.
Era el año 1.999 y no íbamos a Tarifa precisamente desde agosto de ese año 1.988. Nos instalamos en el camping de Valdevaqueros que ese año sufría de una auténtica plaga de grillos. No sé si alguien habrá tenido la experiencia de que se le metan un par de grillos en una tienda de camping, pero las consecuencias son fáciles de imaginar. Curiosamente coincidimos en una tregua de las que suele dar el levante para que te confíes o darse más importancia cuando regresa, por lo que decidimos ir a la playa de Valdevaqueros a disfrutar de la tarde y darnos un baño. Estando allí nos sorprendimos por bañistas, que venían caminando por la orilla desde los primeros espigones de la Punta Paloma, y que parecían escapados de cualquier tribu subsahariana, totalmente cubiertos de barro seco que se limpiaban en el mar cuando llegaban a nuestra altura. Nos informamos de que allí había unas rocas que machacándolas y mezclándolas con el agua de mar, hacían una pasta con la que te recubrías el cuerpo y que, una vez seca, cuando te la lavabas te dejaba la piel como si te hubieses hecho un "peeling". Así que para allí nos dirigimos.

Después de aquel espigón decidimos continuar más allá, y allí nos encontramos directamente con un espectáculo aterrador. Decenas de pateras en cada pequeña ensenada a la que llegábamos. La mayoría más o menos destrozadas por los choques contra las rocas de la costa, enterradas, semienterradas, alguna balanceándose aún por las olas. Una costa que precisamente en esa parte está sembrada de trampas que la hacen casi inaccesible para poder llegar desde el mar. Rocas que están ahí y no se ven, otras puntiagudas, muros casi infranqueables, aguas profundas. No era difícil imaginar el horror de las personas hacinadas en esos botes, siendo lanzadas por el oleaje contra esa trampa mortal. Y no solo eran las pateras, sino restos de goma desperdigados por todas partes, de las balsas neumáticas en las que también intentaban llegar a lo que suponían "la tierra prometida", pero que para (según datos oficiales) más de 8.000 seres humanos, se convirtió en su Ítaca.
A partir de ese 1 de noviembre de 1.988 han llegado por miles, pero sobre todo en aquel primer decenio. Quienes lo vivieron en primera persona cuentan que era bastante habitual ir andando por la playa y encontrarte cadáveres que había devuelto el mar. Primero habilitaron una escuela para acoger a los que salvaron su vida, pero quienes querían colaborar carecían de cualquier tipo de ayuda y tenían hasta que comprar ellos mismos la ropa en los mercadillos para poder vestirlos. Probablemente el Gobierno no quiso poner facilidades para evitar el llamado "efecto llamada", o lo más seguro, porque la ayuda humanitaria no forma parte del decálogo de quienes nos gobiernan, como se está demostrando ahora con los refugiados sirios.
El flujo esos años fue tan importante, que la población de Tarifa también estaba dividida entre quienes acogían y escondían a los refugiados, y quienes los denunciaban a la Guardia Civil.
En el cortijo de mis tíos Salvador y Juana las cosas también habían cambiado mucho. Tenían luz eléctrica, agua corriente, una cocina amueblada y de gas butano e incluso televisión. Nada de eso pudo disfrutar mi tía. Tantos años iluminándose con un candil, cocinando con carbón (y en los mejores tiempos con un camping gas con el que también se iluminaban), teniendo que ir a acarrear agua con el cubo hasta el pozo, a varias decenas de metros de la casa, y falleció hacía un par de años, después de pasar los últimos cinco en una silla de ruedas por una embolia, justo cuando iba a llegar hasta allí la civilización.
El tío Salvador, ya sin su mula de una oreja, dependía de alguno de sus hijos que vivían en el pueblo para que lo llevasen al cortijo, pero vi en su mirada que no estaban por la labor. Intentaban convencerlo de que se fuese alejando de él, que ya era hora de descansar, pero para él, el cortijo era y había sido su vida, y preguntaba en voz alta que, qué iba a hacer él en Tarifa. La excusa para ir es que allí tenían aun un caballo, al que por cierto el ejército había señalado como un semental a su disposición.
Estando en el cortijo le comenté a mi primo Rafael lo traumatizado que me había quedado con las pateras, y contrariamente a lo que suponía, me dijo que los camperos estaban hartos de "los espaldas mojás" (era la primera vez que oía esa definición que luego me he enterado que se aplica a los que entran ilegalmente en Estados Unidos), que muchos de ellos se habían comprado escopetas de caza para espantarlos porque, por las noches, llegaban como bandadas y se llevaban las gallinas y todo lo que podían de los huertos. Dijo que algunos eran muy violentos, amenazaban y se enfrentaban a la gente de los cortijos.
En ese momento sentí mucha pena porque mi primo (que es un pedazo de pan), pensase de esa manera, pero la verdad es que era muy fácil juzgar desde mi posición de turista temporal, y más sin tener en cuenta lo que era una "invasión" de miles de personas. Como me dijo en un momento dado "¿tú no zabeh el mieo que pazé yo una noche que me zalió deenmedio de los arbole un negro que me zacaba una cuarta, que zolo ze le distinguían lo ojoh mirandome mu fijo?"-Estaría él más asustado que tu"... "-calla, calla... que toavia ze me ponen los peloh de punta".

En Tarifa algo más si estaba cambiando. Ya no existían los "almacenes Villanueva" (una especie de chino de los cincuenta, de esa familia que habían sido de los más influyentes de la población). En la Calzada continuaba el café Central (coto de los altos mandos militares y sus familias durante la posguerra), el bar Morilla y la confitería Bernal que, como reza en la fachada, data de 1.910; donde mi madre, con ocho años de edad, estuvo "sirviendo" para la dueña Mariquita Bernal. El conocimiento de la marca TARIFA, si que ejerció un poder de atracción para los curiosos y los que deseaban aparentar una vida informal, pero dentro de un orden. Por lo tanto, aparecieron algunas tascas y bastantes tiendas de ropa para los "tardo-hippies del siglo XX".

En el Castillo de Guzmán el Bueno, les recordé a la familia lo que decía mi padre que contaban los tarifeños para explicar la construcción del puerto: "un día decidieron ponerse a buscar el cuchillo que la leyenda dice que Guzmán les tiró a los moros para que matasen a su hijo, y empezaron a excavar junto al castillo. Llevaban varios metros de profundidad sin resultado y decidieron desistir, entonces alguien dijo "¿y ahora que vamos a hacer con el agujero?" -porque no estaban por la labor de volver a rellenarlo- "¿Y por qué no hacemos un puerto?", y así fue.

Primer cadáver de emigrante aparecido en Tarifa el 1 de noviembre de 1.981 (Diario de Cádiz)

Camping de Valdevaqueros 1.999

Playa de Valdevaqueros  1.999

Playa de Valdevaqueros  1.999

Pateras en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Pateras en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Pateras en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Patera en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Patera en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Patera en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Cortijo de tío Salvador. Tarifa 1.999

Cortijo de tío Salvador. Tarifa 1.999

Cortijo de tío Salvador. Tarifa 1.999

Castillo de Guzmán el Bueno.Tarifa 1.999

Tarifa 1.999

Tarifa 1.999

Tarifa 1.999

Tarifa 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999