Historias de la Nueva Era: La extraña y gigantesca ave sobre Barcelona (Desconfinando la memoria)
Todo empezó el 10 de junio de 1990, a través de una carta,
publicada en la sección “Cartas de los lectores”, de La Vanguardia.
En 1990 no sé si algún cerebro iluminado habría pergeñado en
el garaje de su casa o en el incipiente Silicon Valley, lo que sería el boom de
las redes sociales en la comunicación masiva entre ciudadanos, a través de
internet; pero en 1990 el “twiter” del que disponían estos ciudadanos para
expresar sus inquietudes y opiniones eran, sin duda, las llamadas “Cartas al
director” o como en este caso, “Cartas de los lectores”; espacio del que
disponían casi todos los diarios generalistas.
Ese domingo de junio, un lector escribió: “…la noche del 28
de mayo, algunos vecinos del barrio de Les Corts, nos despertamos ante los
insoportables “graznidos” de un ave; no un ave cualquiera; nuestro estupor fue
inmenso al salir al balcón y ver una silueta negra de un ave de grandes
dimensiones. Quizá debería medir entre 3 o 5 metros, y no exagero. Numerosos
fueron los vecinos que lo vieron, y numerosos también los comentarios al día
siguiente” … “… ¿Qué era? Y lo que es más extraño, ¿Por qué no ha aparecido
ninguna noticia en la prensa?”
A partir de ahí, y durante los siguientes tres meses, se puede
decir que no hubo día, en esa sección, de algún lector que no hiciese
referencia a la “Extraña y Gigantesca ave”. Hubo de todo, gente que se lo tomó
por el lado cómico y de broma, otros que se lo tomaron muy en serio, y hasta se
mostraban ofendidos, haciendo hincapié en su formación (matemáticos, filósofos,
un exalcalde, etc.), para dar mayor credibilidad a sus opiniones, e incluso
algunos que se declaraban “expertos en ornitología” y trataban de dar lecciones
al resto.
El 18, uno que se identifica como ornitólogo, hace referencia
a la nueva hipótesis, la de la paloma mutante: “…Que los sonidos emitidos por
el ave fuesen descritos como “graznidos”, descarta la apuntada hipótesis de una
paloma mutante. Los colúmbidos no graznan”.
El día siguiente, alguien, tras explicar su experiencia ante
la visión del ave, hace un llamamiento “……que las autoridades correspondientes
pudieran actuar y responsabilizarse del tema, por si dicha ave entrañara algún
peligro para la población”.
El sábado 23, un tal JUAN B., dice que “…he identificado el
gran pájaro negro, ave de mal agüero, que sobrevuela la ciudad de Barcelona. Se
trata del señor Borrell, que viene por lo de la renta”.
En días sucesivos se incorporaron visiones de esa misma ave o
similar. en otros lugares como Salou y Gavá, e incluso el genial dibujante
Oscar Nebreda hizo referencia a él en alguna historieta, denominándolo “el
pajarraco”.
La cosa fue derivando, incorporando febriles teorías, que, si
era un albatros, una gaviota mutante o incluso ¡un pterodáctilo!, que, aunque
parezca mentira, tuvo bastantes seguidores. La historia fue languideciendo al
mismo tiempo que los calores veraniegos. Tras unos días de silencio, reapareció,
para despedirse definitivamente de las páginas del diario, el 7 de septiembre,
con una carta que no tiene desperdicio, y resume lo que fue la historia:
“Hondo pesar nos causa la desaparición de ese ser que supo
granjearse el cariño y afecto de todos cuantos le rodeaban. Nos referimos,
evidentemente, a esa extraña y misteriosa, a la par que gigantesca ave, que
hasta hace pocas fechas sobrevolaba la Ciudad Condal a ambiguas horas
nocturnas. En la CAGAM (Coordinadora de Apoyo a la Gigantesca Ave Misteriosa)
nos sentimos consternados, ya que suele suceder que la falta de noticias es la
peor noticia.
No sabemos, si nuestra querida ave, habrá ido de observadora
imparcial al conflicto del golfo Pérsico o simplemente se habrá escondido,
temerosa, al oír esos horribles sonidos ¿procedentes del averno?, que retumban
hoy en día en Barcelona: “Aquet any sí”, “Ja tenim equip”. Lo único que sabemos
en la CAGAM, es que desde que descubrimos que, el “Viaje a la Luna” de Julio
Verne, no era ficción, sólo nos queda esa hermosa ave donde reposar nuestros
sueños.
La CAGAMos, o no, en un mundo que la navegación solo se
relacionaba con la aérea o la marítima, y la vía para entrar en una red social
como la descrita, se limitaba a un sobre, y un sello de 15 pesetas, sin
preocuparse por la cobertura.