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martes, 19 de enero de 2021

Historias de la Nueva Era: 2020 Primer año de la pandemia


Y se acabó 2020, el año que lo cambió todo. Las últimas semanas el debate sobre las restricciones navideñas lo ocupó casi todo. De repente, todo el mundo quería celebrar esa festividad y parecían imprescindibles esas reuniones familiares, entorno a una mesa donde se amontonaría más comida de la que era posible consumir, codo con codo con quienes, por lo habitual, en muchos casos, resultaba insoportable la convivencia. Esos que las redes empaquetaban en genérico como “los cuñaos”.

2020 fue el año del “Gloria”, que se llevó por delante lo que encontró a su paso a lo largo del litoral catalán, comiéndose kilómetros del mismo y las infraestructuras que lo bordeaban. El temporal también desbordó rieras, inundando campos en su entorno. Entonces no se podía aventurar, pero fue el primer aviso de que ese año no iba a ser como los demás.

2020 fue el año de la “huida” del Emérito, acosado por los destapes de su corrupción y los líos de faldas. Se abrió la caja de Pandora y, lo que al parecer “todos sabían”, salió a la luz. La cañería empezó a tener escapes y no hubo manos para taparlos, pero no porque en este hipócrita país alguien hubiese dicho basta. Tuvo que ser la justicia y la prensa suiza la que abrió esa caja. De repente, el rey emérito, “el campechano”, fue simplemente un delincuente con inmunidad y protección absoluta del establishment, y de paso, se les cayó la careta a muchos, sobre todo a ese PSOE que se proclama republicano, pero camina en primera línea en el frente de defensa de la monarquía.

2020 también fue el año en que se instauró el llamado “gobierno más progresista de la historia”, con el pacto PSOE-Podemos. En realidad, tan solo un pacto para colmar las ansias de figurar de algunos líderes de Podemos, y la jugada maestra de los llamados socialistas, engullendo y dejando sin voz, a los únicos que podían sacar sus vergüenzas de presunta izquierda, al descubierto.

2020, obviamente, fue el año en que decenas de miles de españoles dejaron este mundo sin poder despedirse de sus familias. De ancianos abandonados a su suerte en las residencias. Sin derecho a ser atendidos en un hospital, salvo aquellos con posibles para pagarse un seguro privado.

2020 se va, pero nos deja un mundo escondido tras una mascarilla. Un mundo dividido entre el temor de unos y las provocaciones e incivismo de quienes desprecian a quienes se protegen.

2020 se va, pero nos deja un mundo encerrado en sí mismo, un mundo sin apenas viajeros.

2020 se va, y nos deja un mundo de jóvenes insolidarios e insumisos.

2020 se va, pero nos deja un mundo con las interacciones sociales restringidas, cuando no prohibidas.

2020 se va, pero nos deja un mundo del deporte, de estadios, pabellones y pistas vacías.

2020 se va, pero nos deja un mundo de teatros y salas de cine cerrados, y en general, a la cultura confinada.

2020 se va, pero nos deja la reforma laboral y la ley mordaza del PP.

2020 se va, pero se queda esa panda de negacionistas, muchos de ellos que llevan años viviendo a costa de los demás, y que, si el resto de la sociedad “no acepta pulpo como animal de compañía”, cogen el tablero y se van.

2020 se fue, y llegó un 2021 arropado por una impresionante campaña publicitaria, prometiendo vacunas y una vuelta a la normalidad, pero que lo que nos trajo fue un revival del caos organizativo y la falta de medios, tanto para las vacunas como para afrontar otra nueva ola de contagios, a la que ya no cabía la excusa de la sorpresa. El culmen fue el de la comunidad de Madrid, gastándose cien millones de euros en la construcción de un hospital para pandemias, carente de quirófanos y personal para atenderlo.

El 2021 empezó con las imágenes de una fiesta de cientos de jóvenes reunidos en una nave abandonada de Llinás, muchos de ellos venidos de diferentes países de Europa en auto caravanas y otros vehículos, que parecían sacados de los dibujos de “los autos locos”, desafiando las medidas anti-covid.

También esos primeros días, vimos a decenas de adolescentes en un pueblo de Valencia, que habían organizado una quedada a través de las redes, para darse de palos entre ellos.

A otra pandilla de adolescentes que dieron una paliza a otro, quitándole el móvil y la ropa, y subiendo las imágenes de su “heroicidad” a internet.

Manifestaciones de ultras, gritando “libertad” y cantando el “bela-ciao”, como muestra de los niveles a los que ha llegado el mundo.

Pero sin duda, la imagen que quedará para la historia, es la de los miles de supremacistas en plan “Village People”, asaltando el Senado de los EEUU alentados por Trump a través de las redes sociales.

2021 no ha hecho más que empezar y ya nos ha echado a temblar, pero eso… eso será otra historia.