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jueves, 24 de noviembre de 2016

EL TERCER ELEMENTO



¿De cuantas partes está compuesto el ser humano?
A los "hijos del nacional catolicismo" se nos enseñó que el hombre (como especie), estaba formado por cuerpo y espíritu, a este se le llamaba alma y es lo que nos unía a dios. Es decir, que estaba formado por una parte física (tangible) y otra no tangible, cuestión que yo siempre he asumido separada de cualquier vínculo religioso. Para rematarlo, la religión nos dogmatizaba en que el alma solo era propia del ser humano y que el resto de los animales carecían de ella porque no eran hijos de un dios que, al parecer, los había puesto como adorno y entretenimiento para que los utilizásemos, torturásemos, mimásemos o hiciésemos lo que nos viniese en gana con ellos.
He decidido que por hoy ya no voy a entrar al trapo y no voy a comentar más, y no lo voy a hacer porque tengo que reflexionar sobre mi concepción de la vida. Aclarar mis ideas porque he recibido un bombardeo de lecciones de ética, de moral, de vida, de lo que es el bien y el mal... que ha hecho temblar mis principios y creo que los de la humanidad en general.
Hasta ayer sostenía mi convencimiento de que estábamos formados por esos dos elementos, pero desde ayer sabemos que el ser humano consta de cuerpo físico, espíritu y "persona", es decir, está formado por tres elementos.
He visto, leído y oído decenas de científicos (periodistas, políticos, funcionarios...), aleccionarnos en la nueva filosofía y repetir una y mil veces que "había que separar a la persona de la Rita Barberá y sus actos". Pedir respeto por "la persona", llamar indecentes a quienes se negaron a homenajear a "la persona", transformar un infarto en crimen y llamar asesinos a quienes sacaban en la red las barbaridades de "la persona", también a los periodistas que habían denunciado las irregularidades de "la persona". Y por eso, por la "persona", se la ha homenajeado con minutos de silencio incluso en lugares donde ni siquiera fue miembro, como en el Congreso y por eso, los reyes de todos los españoles han homenajeado y rendido tributo a "la persona". Por descontado, pese a referirse a "la persona", el rey, igual que la mayoría de sus ex coleguitas, se han referido a sus logros como alcaldesa, olvidando eso si, todas aquellas cuestiones que por lo visto no pertenecían a "la persona", pitufeos, malversación, financiación irregular, derroche...
Sin pretender comparar la gravedad de sus actos, es como si a partir de ayer valorásemos en Hitler, Franco o Pinochet (por ejemplo), sus tres condiciones y se alabase su "persona" separándola de sus actos. No hablemos de genocidios, crímenes.... Quienes propagan fotografías de cadáveres escuálidos en campos de concentración, asesinatos y mutilaciones múltiples en campos de fútbol, fusilamientos o bombardeos indiscriminados de civiles, etc. son unos indeseables, culpables de la posible depresión y ansiedad que les pudieran producir. "Respetemos a la persona" nos dirían estos nuevos científicos creadores de opinión.
Lo dicho, no voy a comentar más.

martes, 15 de noviembre de 2016

TEMPS ERA TEMPS, QUE VAM SORTIR D L'OU...


Tras varias semanas sin ir, hoy he vuelto a los Encantes. Es habitual que alguien de la familia o conocidos me pregunte ocasionalmente que, qué es lo que voy a comprar, y me extraña que a la gente le extrañe cuando contesto que nada. 

A los Encantes voy simplemente a mirar, bastante habitualmente también compro algo, pero no tiene porqué ser ese el objetivo. El mercadillo tiene la virtud de traerte el recuerdo físico de muchas cosas que formaron parte de tu pasado, juguetes, objetos de decoración, etc. Cosas que están en la memoria pero que ahí tienes la posibilidad de palpar. Hoy en particular, en uno de los puestos había gran cantidad de "chismes" de los años sesenta y setenta. Material en su mayor parte sin usar, botas de fútbol, botas con patines, camisetas de equipos de fútbol, peonzas, caretas... un par de carteras colegiales de aquel material que en los años sesenta imitaba (por decir algo) a la piel, con sus correas para colgársela a la espalda y las que se enganchaban en las hebillas delanteras que, con mucha suerte, llegaban enteras a mitad de curso, y eso si no habías pillado un chaparrón en uno de aquellos días en que no llevabas aquella especie de ponchos con capucha de caucho (no confundir con el plástico) a los que tenían a bien llamar "chubasqueros".
Tocar el algodón de una camiseta del "Barcelona" de cuando todos los años era la misma, sin publicidad, solo con el número y el escudo, me arrastró a mi infancia a primeros de los sesenta. La primera camiseta, la que cuando me la ponía, junto a las botas de tacos y el balón de cuero hacían sentirme Kubala (al que no había visto jugar nunca y ya estaba retirado), y la calle de piedras un campo de fútbol más grande que el de Oliver y Benji.





domingo, 13 de noviembre de 2016

Noviembre sin ti

Noviembre sin ti (Reik)

La tarde se aleja, 
el cielo está gris
la noche aparece sin ti, 
callado en la playa
te lloro en silencio otra vez

Me ahoga esta pena
no puedo vivir
las olas no me hablan de ti
sentado en la arena
escribo tu nombre otra vez
Porque te extraño
desde aquel noviembre
cuando soñamos juntos
en querernos siempre
Me duele este frío Noviembre
cuando las hojas caen
a morir por siempre...
Noviembre sin ti
es sentir que la lluvia
me dice llorando que todo acabó
Noviembre sin ti
es pedirle a la luna
que brille en la noche de mi corazón
otra vez... otra vez...
Quisiera decirte
que quiero volver
tu nombre va escrito en mi piel
ya es de madrugada
te sigo esperando otra vez
.............
mamá....

domingo, 23 de octubre de 2016

NO LES LLAMES DICTADORES, LLAMALES DEMÓCRATAS RESPONSABLES


Un dictador es alguien que "dicta", es decir decide según su criterio independientemente de lo que piensen sus ciudadanos porque, en su excelsa sabiduría, él es quien está en posesión de la verdad. El dictador "salva" a su pueblo de fuerzas extrañas, radicales, revolucionarios o contra-revolucionarios, además impone su creencia religiosa o atea según sus sentimientos, que él piensa son los de sus mandados aunque no lo sepan. El PSOE impone su dictadura, de momento sin una cabeza especialmente visible (como los generales que se levantaron contra la república), y supongo que están esperando a su Franco. Unos incitan, dictan bajo el disimulo de la opinión, son poseedores de la verdad. Ellos saben que es lo que les interesa a los españoles y como dictadores, no piden su opinión porque somos ignorantes de lo que realmente "nos" interesa y, como los dictadores, en ningún caso lo hacen en defensa de sus intereses personales u oligarcas. De momento, son tan poco originales que empiezan con un golpe de estado, como casi todos, dijeron que eran republicanos, pero luego se transformaron en monárquicos porque es lo que nos interesaba a los españoles, y por eso, además, renegaron de la bandera tricolor que habían pintado con sangre en sus orígenes y el "pardillo" se envolvió en la bandera que impuso el dictador anterior sobre la legal del país que fue derrocada por los insurrectos, traicionando a sus muertos. También eran partidarios de la autodeterminación (que no significa independencia, sino que los pueblos decidan lo que quieren ser), pero luego hicieron suyo el lema de "Una, Grande y Libre", solo que en su caso quiere ser libre de los "perro flautas", esos radicales que quieren acabar con su sistema social. Ese sistema que deja que un "empresarillo" se hunda y lo pierda todo por causa de la crisis, mientras salva a "sus" empresarios de verdad, los banqueros que después de arruinar sus empresas y saquearlas (garantizándose además unas pensiones multimillonarias de donde no habían dejado nada), con el dinero de todos nosotros (de los asalariados quitándonoslo directamente de nuestros sueldos y de ellos y de quienes no tienen, robándonos el derecho a una sanidad y educación digna entre otras). Y estos dictadores, además, se denominan demócratas, piden tu voto diciéndote lo que van a hacer y, una vez en su poder se creen en el derecho de hacer con él lo que les venga en gana porque quienes les han votado no sabían lo que les convenía y para eso están ellos. Mañana se reúnen estos "salvapatrias" y decidirán que cuando el novio les pida en matrimonio le dirán que no para hacerse los importantes, y luego le dirán "que si, tontín", y el tontín les pedirá que tienen que prometerle fidelidad hasta la muerte, porque él se va a portar bien y además, que saben que unos y otros se necesitan para salvar el país "por encima de sus intereses personales y de partido". ¿Por encima de lo que piensen quienes les prestaron su voto? naturalmente. Pero por favor, no les llaméis dictadores, llamadles "demócratas responsables".

domingo, 2 de octubre de 2016

III - TARIFA LA NUEVA ÍTACA


"Mientras recorro las playas que no conozco,
mientras escucho los lamentos, las voces de los hombres y mujeres náufragos,
mientras aspiro las brisas impalpables que me asedian,
mientras el océano -tan misterioso- se aproxima a mi cada vez más,
yo no soy sino un insignificante madero abandonado por la resaca,
un puñado de arena y hojas muertas,
y me confundo con las arenas y con los restos del naufragio."
(Fragmento de "Con el reflujo del océano de la vida" de Walt Whitman)

El 1 de noviembre de 1.988 apareció en la playa de Los Lances de Tarifa, el cadáver del que se considera la primera víctima de la inmigración en el estrecho. El cronista del Diario de Cádiz cuenta que ese día había amanecido gris y brumoso, con fuerte viento de levante, los pescadores no habían salido al mar y el pueblo seguía durmiendo al ser un día festivo. El capitán de la Guardia Civil le llamó a las 7,30 de la mañana para decirle que había aparecido un "fiambre" en la playa.
"Era un hombre joven, magrebí. El cuerpo estaba tumbado bocarriba sobre la arena, con los brazos extendidos. A pocos metros de él, varada, una barca de madera de unos seis metros de eslora. Una patera".
El periodista fotografió la escena y aquella imagen, publicada al día siguiente en el Diario de Cádiz, dio tiempo después, la vuelta al mundo. En un principio pensaron que se trataba de un traficante de hachís, muy habitual en la época, pero minutos después les avisaron que habían detenido a cinco marroquís deambulando por la carretera de Tarifa, y le pidieron que como hablaba francés, les hiciese de intérprete.
Los supervivientes contaron que no eran traficantes de hachís, sino que pretendían llegar a España para buscarse la vida. Pagaron 35.000 pesetas para subir a la patera. Salieron de Tánger a medianoche y en mitad de la travesía les sorprendió un fuerte temporal de levante. Cuando se acercaron a la playa de Tarifa, guiados por las luces de la gasolinera, creían que podrían desembarcar haciendo pie, pero tuvieron un mal cálculo. Entre los intentos de agarrarse a la barca, el zarandeo, y que no sabían nadar, la barca terminó cayendo de lado y solo se salvaron cinco. Habían salido 23 de Tánger.
Ese mismo día la Cruz Roja recogió tres cadáveres del agua y en los días siguientes, el mar devolvió otros nueve a las costas de Tarifa y uno más en la playa de Ceuta.
Fue el comienzo de la tragedia del Estrecho. Imágenes impactantes a las que por repetitivas se va acostumbrando el ser humano, y al menos nosotros, no fuimos realmente conscientes hasta que sin esperarlo nos dimos de bruces con la realidad.
Era el año 1.999 y no íbamos a Tarifa precisamente desde agosto de ese año 1.988. Nos instalamos en el camping de Valdevaqueros que ese año sufría de una auténtica plaga de grillos. No sé si alguien habrá tenido la experiencia de que se le metan un par de grillos en una tienda de camping, pero las consecuencias son fáciles de imaginar. Curiosamente coincidimos en una tregua de las que suele dar el levante para que te confíes o darse más importancia cuando regresa, por lo que decidimos ir a la playa de Valdevaqueros a disfrutar de la tarde y darnos un baño. Estando allí nos sorprendimos por bañistas, que venían caminando por la orilla desde los primeros espigones de la Punta Paloma, y que parecían escapados de cualquier tribu subsahariana, totalmente cubiertos de barro seco que se limpiaban en el mar cuando llegaban a nuestra altura. Nos informamos de que allí había unas rocas que machacándolas y mezclándolas con el agua de mar, hacían una pasta con la que te recubrías el cuerpo y que, una vez seca, cuando te la lavabas te dejaba la piel como si te hubieses hecho un "peeling". Así que para allí nos dirigimos.

Después de aquel espigón decidimos continuar más allá, y allí nos encontramos directamente con un espectáculo aterrador. Decenas de pateras en cada pequeña ensenada a la que llegábamos. La mayoría más o menos destrozadas por los choques contra las rocas de la costa, enterradas, semienterradas, alguna balanceándose aún por las olas. Una costa que precisamente en esa parte está sembrada de trampas que la hacen casi inaccesible para poder llegar desde el mar. Rocas que están ahí y no se ven, otras puntiagudas, muros casi infranqueables, aguas profundas. No era difícil imaginar el horror de las personas hacinadas en esos botes, siendo lanzadas por el oleaje contra esa trampa mortal. Y no solo eran las pateras, sino restos de goma desperdigados por todas partes, de las balsas neumáticas en las que también intentaban llegar a lo que suponían "la tierra prometida", pero que para (según datos oficiales) más de 8.000 seres humanos, se convirtió en su Ítaca.
A partir de ese 1 de noviembre de 1.988 han llegado por miles, pero sobre todo en aquel primer decenio. Quienes lo vivieron en primera persona cuentan que era bastante habitual ir andando por la playa y encontrarte cadáveres que había devuelto el mar. Primero habilitaron una escuela para acoger a los que salvaron su vida, pero quienes querían colaborar carecían de cualquier tipo de ayuda y tenían hasta que comprar ellos mismos la ropa en los mercadillos para poder vestirlos. Probablemente el Gobierno no quiso poner facilidades para evitar el llamado "efecto llamada", o lo más seguro, porque la ayuda humanitaria no forma parte del decálogo de quienes nos gobiernan, como se está demostrando ahora con los refugiados sirios.
El flujo esos años fue tan importante, que la población de Tarifa también estaba dividida entre quienes acogían y escondían a los refugiados, y quienes los denunciaban a la Guardia Civil.
En el cortijo de mis tíos Salvador y Juana las cosas también habían cambiado mucho. Tenían luz eléctrica, agua corriente, una cocina amueblada y de gas butano e incluso televisión. Nada de eso pudo disfrutar mi tía. Tantos años iluminándose con un candil, cocinando con carbón (y en los mejores tiempos con un camping gas con el que también se iluminaban), teniendo que ir a acarrear agua con el cubo hasta el pozo, a varias decenas de metros de la casa, y falleció hacía un par de años, después de pasar los últimos cinco en una silla de ruedas por una embolia, justo cuando iba a llegar hasta allí la civilización.
El tío Salvador, ya sin su mula de una oreja, dependía de alguno de sus hijos que vivían en el pueblo para que lo llevasen al cortijo, pero vi en su mirada que no estaban por la labor. Intentaban convencerlo de que se fuese alejando de él, que ya era hora de descansar, pero para él, el cortijo era y había sido su vida, y preguntaba en voz alta que, qué iba a hacer él en Tarifa. La excusa para ir es que allí tenían aun un caballo, al que por cierto el ejército había señalado como un semental a su disposición.
Estando en el cortijo le comenté a mi primo Rafael lo traumatizado que me había quedado con las pateras, y contrariamente a lo que suponía, me dijo que los camperos estaban hartos de "los espaldas mojás" (era la primera vez que oía esa definición que luego me he enterado que se aplica a los que entran ilegalmente en Estados Unidos), que muchos de ellos se habían comprado escopetas de caza para espantarlos porque, por las noches, llegaban como bandadas y se llevaban las gallinas y todo lo que podían de los huertos. Dijo que algunos eran muy violentos, amenazaban y se enfrentaban a la gente de los cortijos.
En ese momento sentí mucha pena porque mi primo (que es un pedazo de pan), pensase de esa manera, pero la verdad es que era muy fácil juzgar desde mi posición de turista temporal, y más sin tener en cuenta lo que era una "invasión" de miles de personas. Como me dijo en un momento dado "¿tú no zabeh el mieo que pazé yo una noche que me zalió deenmedio de los arbole un negro que me zacaba una cuarta, que zolo ze le distinguían lo ojoh mirandome mu fijo?"-Estaría él más asustado que tu"... "-calla, calla... que toavia ze me ponen los peloh de punta".

En Tarifa algo más si estaba cambiando. Ya no existían los "almacenes Villanueva" (una especie de chino de los cincuenta, de esa familia que habían sido de los más influyentes de la población). En la Calzada continuaba el café Central (coto de los altos mandos militares y sus familias durante la posguerra), el bar Morilla y la confitería Bernal que, como reza en la fachada, data de 1.910; donde mi madre, con ocho años de edad, estuvo "sirviendo" para la dueña Mariquita Bernal. El conocimiento de la marca TARIFA, si que ejerció un poder de atracción para los curiosos y los que deseaban aparentar una vida informal, pero dentro de un orden. Por lo tanto, aparecieron algunas tascas y bastantes tiendas de ropa para los "tardo-hippies del siglo XX".

En el Castillo de Guzmán el Bueno, les recordé a la familia lo que decía mi padre que contaban los tarifeños para explicar la construcción del puerto: "un día decidieron ponerse a buscar el cuchillo que la leyenda dice que Guzmán les tiró a los moros para que matasen a su hijo, y empezaron a excavar junto al castillo. Llevaban varios metros de profundidad sin resultado y decidieron desistir, entonces alguien dijo "¿y ahora que vamos a hacer con el agujero?" -porque no estaban por la labor de volver a rellenarlo- "¿Y por qué no hacemos un puerto?", y así fue.

Primer cadáver de emigrante aparecido en Tarifa el 1 de noviembre de 1.981 (Diario de Cádiz)

Camping de Valdevaqueros 1.999

Playa de Valdevaqueros  1.999

Playa de Valdevaqueros  1.999

Pateras en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Pateras en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Pateras en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Patera en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Patera en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Patera en Punta Paloma. Tarifa 1.999

Cortijo de tío Salvador. Tarifa 1.999

Cortijo de tío Salvador. Tarifa 1.999

Cortijo de tío Salvador. Tarifa 1.999

Castillo de Guzmán el Bueno.Tarifa 1.999

Tarifa 1.999

Tarifa 1.999

Tarifa 1.999

Tarifa 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

Vejer de la Frontera 1.999

martes, 20 de septiembre de 2016

II - TARIFA 100x100 FUN Capital europea del viento


Cuentan que a finales de los setenta un joven aparcó su furgoneta junto a la playa de La Peña, una prolongación de Los Lances, sacó una gran tabla, le montó una vela y se echó al mar. En el círculo de los historiadores "locos del viento de Tarifa", se refieren a él como "el surfista desconocido", a modo del "soldado desconocido" que todos conocemos.

Tras este pionero vinieron otros más. Llegaron de todas partes del mundo, eran jóvenes que querían vivir en la naturaleza y en libertad; les bastaba el mar, su vela y el viento, y de esto a Tarifa le sobraba. Para sostener esta forma de vida, ellos mismos crearon talleres para la construcción de las tablas, nacieron los negocios de ropa y toda clase de artículos relacionados con su deporte y, sobre todo crearon la marca TARIFA que llegó a ser reconocida en todo el mundo.

Finalmente parecía que el viento de Levante, "culpable" de la falta del desarrollo turístico de la ciudad como continuidad de la conocida Costa del Sol, iba a devolverle lo que siempre le negó. Pero no. Incluso alguno de aquellos primeros surfistas que finalmente se integraron en la población cuentan que a menudo, las vacas y los burros en la playa, pisoteaban sus velas mientras las preparaban o tenían que salir huyendo de ellas.
Lo que se estaba produciendo en Tarifa, más que encuentro, era un choque entre dos mundos que no tenían nada que ver el uno con el otro. Dos mundos que parecía imposible fusionar. Los "guiris" o "chalaos esos de las velas", no tenían ningún interés en mezclarse con la población, vivían en sus furgonetas o vetustas auto caravanas en la ensenada de Valdevaqueros o Bolonia, e incluso los negocios los habían instalado en las afueras de la ciudad. En realidad, en esos años lo único que les interesaba de los tarifeños era "robarles" el viento.

En los setenta mis tíos Curro y Francisca dejaron el cortijo, la casa del pueblo, y se fueron a vivir a Algeciras. Mi tía dijo que era porque él, con los pies completamente deformados por los "juanetes", no podía casi andar, y algo de eso había, pero la realidad es que ella nunca soportó la vida en el campo, por lo que la mayor parte del tiempo la pasaba en Tarifa junto a sus hijos, mis primos, a quienes también procuró inculcar la idea de que aquello no era vida y debían procurar los medios para escapar de allí. Tampoco podía soportar (y no se recataba en reconocerlo), el olor de su marido a “campo” (las vacas del campo, para ser más exactos). En Algeciras, mi tío Curro, empleado como guarda nocturno en un concesionario de coches, olía a "Varon Dandy" en lugar de "a vaca", cierto, pero no podía soportar la vida en la ciudad y apenas tres años después falleció; creo yo que "de pena". Cuando me enteré lo imaginé encerrado en sus noches de trabajo, los ojos cerrados "viendo" aquel increíble cielo nocturno del valle del cortijo, poblado por millones de estrellas como yo no he visto jamás en ningún otro lugar, y que había dejado a cambio del olor a gasolina del taller del concesionario en lugar del dulce aroma del heno, del estiércol del establo, las gavillas secas del trigo; y lo insoportable que le tuvo que resultar.

A primeros de los ochenta, el tío Salvador, sempiterna gorra y la colilla del cigarrillo colgando del labio inferior; había pasado a ser algo pintoresco con su mula de una oreja (la otra se la arrancó una vaca de un mordisco cuando era pequeña), llegando a Tarifa o yendo al cortijo. En realidad, era como si con ella quisiera desafiar al presente, y es muy probable que fuese el último campero en llevar su mula a una ciudad que parecía renegar cada vez más de su pasado.
Al cortijo se llegaba por el mismo camino pedregoso y casi imposible de siempre, y en sus tierras buscaron, y encontraron, otro pozo que parecía podía sustituir al que se había secado. Por entonces ya habían dejado de sembrar las tierras. Mis primos conforme fueron creciendo ya solo se llegaban por allí en vacaciones, pues se buscaron la vida fuera del cortijo, y hasta del pueblo, por lo que la actividad se reducía al huerto, unas pocas gallinas, tres o cuatro cabras y las vacas suizas que, poco a poco, había que ir sustituyendo por las rubias para carne o deshacerse definitivamente de ellas.

En la década de los ochenta hasta casi los noventa, las únicas señales de cambio que observábamos en las cortas vacaciones al pueblo, eran que las calles parecían estar mucho más vacías, que los viejos se continuaban reuniendo sentados a la sombra de los muros de la Puerta de Jerez y que, los jóvenes mayormente, habían emigrado para buscarse la vida en otros lares. Mis tíos ya no tenían quien les ayudase en el cortijo, así que se deshicieron definitivamente del ganado; mantuvieron el huerto y un par de caballos que eran más bien un capricho de mis primos mayores, para dar un paseo de vez en cuando o llevarlos a la "cabalgata de la Virgen de la Luz" en la feria.

En el "regajo" los hijos de mi primo Salvador enseñaron a Rocío a coger ranas, tal y como su padre hizo conmigo veinticinco años antes. Pero ya nada era igual.


El final de la década de los ochenta si que acabó de colocar a Tarifa, para su desgracia, en el primer plano de este país… pero esa también es otra historia.

Tío Salvador entrando llegando a Tarifa desde el cortijo

Camino del cortijo

El cortijo

El cortijo, abriendo un nuevo pozo

en el cortijo 

en el cortijo 


Cortijo de tía Juana y tío Salvador 

Cortijo de tía Juana y tío Salvador. Desde la cocina

Una calle de Tarifa



Puerto de Tarifa

Ceuta desde el barco llegando a puerto

Entrada al cortijo

El cortijo

El cortijo. Rocío con los hijos de mi primo Salvador en el "regajo"

El cortijo. Recogiendo los caballos 

Bar Morilla en la Calzada de Tarifa

Playa de Valdevaqueros

Playa de Valdevaqueros

Playa de Valdevaqueros


martes, 13 de septiembre de 2016

I- SUCEDIÓ UNA VEZ EN TARIFA



Era el año 1964 cuando la familia fuimos de vacaciones a Tarifa. Mi madre se había pasado el año tachando en el calendario los días que faltaban para volver a reencontrarse con sus hermanas y su pueblo por primera (y lamentablemente última vez), tras doce años de haber salido de él.

Mis recuerdos, en blanco y negro, son los de un niño de ocho años alucinado por el descubrimiento de un mundo totalmente desconocido. Las dos hermanas de mi madre se habían casado con dos hermanos que, en el reparto de la herencia, lindaban sus dos cortijos junto a los de un tercero. También el de unos primos con los que compartía edad, pero una forma de vida totalmente diferente. Allí descubrí que era posible vivir sin luz eléctrica, que el "pan macho" se hacía en un horno del patio del cortijo, que la vida transcurría entre que salía y se ponía el sol, y ese tiempo era un continuo no parar. En ese y años posteriores también descubrí las moscas de caballo, el picor insufrible del "polvillo de las habas", los "piojillos de cigarra", la tragedia de la perdida de una vaca, la angustia de intentar encontrar un pozo de agua potable cuando uno se secaba o inutilizaba porque había muerto un animal dentro, que los pavos y gallinas se tenían que poner siempre contra el viento para que el levante, el mismo que había dado forma a los arboles del camino, no les diese la vuelta a las plumas, y sobre todo, que aquella gente, mi familia, nos ofrecían todo lo que tenían.

Recuerdo que, por las noches, entre las callejuelas inclinadas y apenas iluminadas, se oía el ulular del viento de levante, el chocar de las olas en el espigón del puerto, bajo el castillo de Guzmán el Bueno, y el olor del mar en una atmósfera pegajosa y húmeda.
También recuerdo a la tía-abuela Curra, de vocabulario para mi casi ininteligible, llegar al pueblo al atardecer, de negro riguroso y la cabeza siempre tapada por un pañuelo del mismo color (las "tapadas" de Tarifa), sobre la burra en la que transportaba dos cantaros de leche a cada lado, que ella vendía por las casas.
A la cuñada de mi tía, quien mientras tomábamos un café de puchero al que me había invitado en la cocina de su cortijo, mirando hacía la ventana por la que se veía el atardecer con la Luna sobre los montes del horizonte, me preguntaba "Pues no que dicen que han llegado unos hombres a la Luna ¿tú te crees que es verdad eso?, anda ya, ¿cómo van a estar unos hombres ahí con lo "chica" que es la Luna? si no caben, se caerían". Y es que para un "campero" la Luna es su calendario, el que le dice que no se deben sembrar los ajos cuando está llena porque se salen de la tierra, y cosas así.

En aquellos tiempos las muchachas de Tarifa decían que los hombres en aquel pueblo u olían a vaca o a "pescao".
Ya habían pasado los mejores años en los que el armador Diego Piñero, fallecido una decena de años antes, recorría las tabernas seguido por una recua de gorrones y prostitutas, y de los pescadores de sus barcos que, una vez retornados de los bancos de pesca marroquís, y sus amoríos en Larache o Casablanca, entregaban parte del dinero a sus mujeres, y el resto, a manos llenas, lo remojaban en las tabernas de Tarifa para compensar las semanas o meses de abstinencia; pero los herederos del armador aun echaban su flota a la mar.
Por allí también pasó la tan "alabada" transición. Marruecos decidió extender unilateralmente sus aguas territoriales y los barcos pesqueros que se alejaban un poco de la costa española eran apresados por las patrulleras marroquís, obligándoles a seguirlos hasta Tánger para imponerles una multa a modo de rescate. Prácticamente se acabaron las buenas relaciones, las tripulaciones mixtas hispano-marroquís de toda la vida y por eso y otras cosas, el declive de la pesca en Tarifa.

En esa época la Costa del Sol se encontraba en su máximo apogeo, y era el lugar patrocinado por el "régimen" y el "post-régimen" para atraer a la llamada "jet-set" (básicamente zángano/as, vividores, millonarios de dudoso currículo, descendientes dinásticos de monarquías desaparecidas, y demás fauna por el estilo), y lógicamente se necesitaba mano de obra (a ser posible sumisa y barata), para atender a todos estos. El campo daba como mucho para vivir, pero no para obtener el dinero básico para una vida digna, así que los hijos de los "camperos" (mis primos entre otros), tenían que aprovechar esos trabajos de temporada en la costa, para arrimar unos dineros a sus familias. Eran jóvenes necesitados, trabajadores y serviles, obligados por la necesidad, y claro, después de haber conseguido tener algún billete en el bolsillo y conocer ese otro mundo en el que no había que estar mirando continuamente al cielo o dependiendo de la salud del animal, ¿quién estaba mentalizado para volver a aquella vida de sacrificios?

El pueblo languidecía a ojos de quienes lo visitábamos periódicamente. Por fin habían decidido extraer los restos de la ciudad de Baelo Claudia (Bolonia) del fondo del mar, pero de momento solo eran un montón de piedras tras una alambrada. La familia y los amigos nos seguíamos juntando a tomar unas copas de Chiclana en el bar Morilla, pero se notaba que aquello solo era un espejismo de verano y que luego todo volvería a aquel "no saber qué va a ser".... entonces apareció alguien subido en una tabla con una vela, y sopló el levante con la fuerza de siempre, y entonces, aparecieron más y más… Pero esa es otra historia.



Puerto de Tarifa 1.964

Casa de mis tíos Juana y Salvador en Tarifa

Cortijo de los tíos Salvador y Juana 1.967

Al fondo el cortijo de los tíos Curro y Francisca 1.967

Los cortijos y su entorno

Arboles "domesticados" por el levante en el camino del cortijo

Tarifa - Puerta de Jerez 1.976

Tarifa "la transición" en la Alameda 1.979

Puerto de Tarifa 1.979

Barco pesquero saliendo del puerto de Tarifa 1.979

El cortijo

Cortijo. Trillando en la era 1.976

Cortijo. Trillando en la era 1.976


Tía Juana en el cortijo 1.979

cortijo 1.979

Cortijo 1.980

Playa de Bolonia 1.980

Ruinas de Bolonia 1.980

El estrecho desde el mirador de Tarifa 1.980


Tarifa 1.980


Camino de la isla de las Palomas. Tarifa 1.980

Tarifa. Playa de los Lances 1.980


Tarifa. Playa de los Lances 1.980

Tarifa. Playa de los Lances 1.980

Tarifa. Playa de los Lances 1.980