Historias de la Nueva Era: El contrato de trabajo
Dicen que estos días la gente aprovecha para hacer las cosas
que no puede por falta de tiempo o voluntad en su vida habitual. Que se
comparte más tiempo (todo) con la familia de casa. Algunos leen esos libros que
quizá abrieron muchas veces y tras descansar un par de días sobre la mesita de
noche, volvieron a la estantería de “los libros olvidados”, que llamaba Zafón;
otros aprovechan para remover el baúl de los recuerdos, donde aparecen decenas,
cientos o cuantas sean, fotografías y por fin se deciden a hacer algo con
ellas, ordenarlas y buscarles un lugar físico, donde sacarlas a la vida.
Quienes tenían deseos artísticos por la pintura, y compraron en alguna oferta
de supermercado o atrapados por el atractivo de un escaparate, aquella caja de
oleos, temperas o acuarelas, y unos cuantos pinceles, por fin pueden dar rienda
a su ilusión. También quienes tenían inquietudes musicales, escritores… e
incluso los que sienten el placer de ver volar a una mosca sin verla,
simplemente estando con ellos mismos.
Cuando firmamos un contrato de trabajo, plasmamos un acuerdo
por el cual una persona (el trabajador), vende su tiempo (que incluye intelecto
y esfuerzo físico), durante un periodo convenido, y a cambio, recibe un dinero.
Dicho de otra manera, ponemos precio a unas horas de nuestra vida y se las
vendemos a otro (el empresario). También los autónomos ponen precio a parte del
tiempo de su vida (que también incluye intelecto y esfuerzo físico) y se la
venden a otros (los clientes).
Sucede que esto no se cumple porque, en realidad, nos educan para
vivir en el hormiguero, en una sociedad con el mismo carácter que rige a la de
las hormigas y trabajar de sol a sol. No nos engañan, ya de pequeños nos
domesticaban con fábulas como “la cigarra y la hormiga”, e incluso los especialistas
no se recatan al admitir que, las fabulas, están hechas para entretener y
“educar” a los niños.
La idea es que el trabajador reciba ese dinero, no por una
parte de su vida, sino por la mayor parte, cuando no por toda ella, y así ese
sistema esclavista fue enmascarado en un atractivo paquete, envuelto en papel
de regalo y bonito lazo, al que dieron a llamar “liberalismo”. Para ello
cuentan con otros trabajadores, que son quienes controlan a sus compañeros,
afean su escasa o nula dedicación altruista hacia la empresa y hacen de
cómplices empresariales con el uso y abuso de las redes sociales, a las que
está subordinado el trabajador las veinticuatro horas del día. Todo esto se
consigue sometiendo a los trabajadores a un esfuerzo límite, físico y psíquico,
conocido como “carga mental”, para que, incluso en las horas de nuestra vida
que no hemos vendido, el cerebro siga trabajando para el presunto comprador. Y
es que, aunque naturalmente eso no se exprese, el comprador también se cree con
derecho a incluir en la compra nuestra salud.
Dicen que estos días la gente aprovecha para hacer las cosas
que no puede por falta de tiempo o voluntad, porque no nos quieren decir que
estos días la gente aprovecha para “hacer su vida”.
Nos dicen esto, pero sobretodo nos cuentan que el futuro va a
ser muy duro, que muchas personas se quedarán en el paro, que por muchas
moratorias que les pongan a las deudas, tienen un futuro pleno de nubarrones. Bastantes
perderán sus viviendas de las que se creían propietarios, y bastantes serán
expulsados de sus pisos de alquiler. Que muchas empresas, sobre todo las
pequeñas y muchos autónomos, se verán obligados a cerrar… y por la noche
cerramos los ojos con el miedo por la salud de los nuestros, pero también por
el futuro que nos espera, sobre todo a nuestros hijos, y por eso alguno nos
descubrimos de madrugada prácticamente aterrorizados.
En realidad, lo que nos están diciendo es que esto, lo que estamos
viviendo ahora a nivel personal, es una pausa, un accidente, y que la vida no
es así; que la única forma de sobrevivir es la de antes, la de siempre, la de
mirar lacónicamente el libro en la estantería y la pintura y los pinceles en
algún cajón, por si algún día…
Esto efectivamente nos afectará a todos, probablemente habrá
menos reinas a quienes engordar, pero las hormigas tendremos que seguir
arrastrando el grano, porque para nosotros siempre hay un invierno en el
futuro.