Historias de la Nueva Era: Pandemia
Barcelona 7 de diciembre de 2020… Un inicio así, con
tipografía digital y un golpeteo de tecla con la aparición de cada letra,
podría haber sido el principio de una película de ciencia ficción. El argumento
nos mostraría un futuro apocalíptico, de calzadas colapsadas por los vehículos,
gentes con mascarillas, circulando muchos atemorizados por ese enemigo
invisible que puede atacarnos desde cada partícula del aire, otros, los más
jóvenes, de aspecto despreocupado, quizá como símbolo de una rebeldía que no encuentra
acomodo en una mente poco educada para las cuestiones sociales, y colas,
interminables filas humanas para acceder a comercios, bancos, vehículos de
servicio público… La nueva normalidad.
Una ambulancia destroza los tímpanos, estridente, mientras intenta
atravesar el rio de vehículos que bloquea la calzada. Sentado en el borde de la
acera, junto al paso de peatones, encogido sobre sí mismo, un anciano y a su
lado la que debe ser su esposa, que le hace señales con la mano a la
ambulancia, a apenas una cincuentena de metros, pero que parece una quimera el
llegar hasta ella. La gente que espera para cruzar, no se acerca a la pareja y
lo que parece que es imposible, el mantener la distancia mínima recomendada de
los dos metros, aquí se multiplica por dos. Pienso que en la actualidad es
fácil que, si uno tiene cualquier contratiempo en la vía pública, acabe
abandonado como un perro. Cuando me aproximo, la mujer le está haciendo las
señales a la ambulancia, por lo que no cabe otra cosa que hacer. Un joven se
acerca y le pregunta a la mujer si “la puc ajudar”, y ella le dice que ya está
aquí la ambulancia. El hombre, que parece un poco congestionado en lo poco que
deja libre la mascarilla, tose un par de veces y noto que los más cercanos
retroceden otro par de pasos. La ambulancia ya está aquí.
La balsa del monumento a Macià está tomada por las gaviotas,
y en un momento dado, se organiza una trifulca entre ellas, graznan
amenazadoras y se atacan disputándose los despojos de una paloma. La que sale
triunfadora se aleja unos metros con ellos en el pico y los abandona. Que
humano me resulta, al parecer la disputa solo era por la propiedad no por la
necesidad.
Tengo una sensación extraña, es como si estuviésemos bajo la
mira de un francotirador que, si te alcanza, puede fastidiarte la vida o quizás
acabar con ella. La que un día fue acogedora, la siento ahora como triste,
desabrida e inhumana. En lo que va de año es la segunda vez que bajo a la
ciudad, eso no me había pasado en mi vida y lo cierto es que me he encontrado
extraño en una ciudad extraña.