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martes, 4 de diciembre de 2001

LA PRIMITIVA


Hoy había un gran bote en la lotería Primitiva y como es natural, yo era uno más en la colección de ilusionados-ilusos que hacían cola para jugar su boleto. Sobre la ventanilla un texto luminoso corría de un lado a otro de la pantalla, recordando los miles de millones que iba a suponer el primer premio; hipnotizados no podíamos apartar los ojos de aquel mensaje machacón.
La gente, mientras espera su turno, sueña lo que haría si le tocase el primer premio; la mayoría lo hacemos en silencio, con gesto de desdén y sentimiento de rivalidad, creyéndonos por encima de todos aquellos ilusos, sin embargo, un matrimonio que va acompañado de su hijo de unos diez años, hacen sus planes en voz alta.
-¿te imaginas… que haríamos nosotros con tres mil millones? –dirigiéndose a su mujer y contestando al mismo tiempo su pregunta.- iríamos a vivir a las afueras en una gran torre…
-Si hombre… -le interrumpe la mujer- yo estoy bien donde vivimos, ¿y qué pasaría con Luisito, con su colegio y los amigos?
Luisito mira a sus padres como no entendiendo muy bien de que están hablando; pero su padre ya tiene pensado todo eso…
-Luisito estará en un colegio mucho mejor. Te internaremos en un colegio inglés –dirigiéndose al niño- para que salgas un tío de puta madre… de los que mandan en el mundo; te iremos a ver una vez al mes… bueno, pues cada dos semanas… -rectifica ante las protestas de su mujer.
Me fijo en el niño que sigue sin decir absolutamente nada, pero que se le nota que está a punto de llorar. Ya he llegado a la ventanilla y pienso que además del alegrón que me voy a dar si me toca el premio, también lograré salvar a Luisito.

miércoles, 20 de junio de 2001

LOS CUERNOS DEL JEFE (Anibal Burdo)


Esta mañana había un runrún en la oficina cuando he llegado, diez minutos tarde como casi siempre, mis compañeros sisean y se hacen muecas de complicidad. Pregunto qué es lo que pasa y me informan que, a Peláez, que ocupa el cargo de Director Adjunto, su mujer le ponía los cuernos y se ha marchado de casa. Parece ser que desde hace varios años aquella tiene un amante y ahora, ante la perspectiva de la inminente jubilación del marido, ha decidido marcharse de casa con su querido.

Miro al despacho del pobre infeliz y allí está, abandonado de su habitual aspecto chulesco, el cuello hundido en el pecho y una profunda expresión de tristeza y vergüenza.
Jodeté, pienso, y mi mente se regodea imaginando a la mujer de ese desgraciado, en sensual ropa interior pagada con el dinero del marido, revolcándose entre las sabanas matrimoniales y comprándole caras corbatas de seda con su tarjeta del Corte Inglés a su amante, después de haberlo invitado a merendar en la cafetería, él con una mano en la taza de chocolate y otra entre los muslos de ella. Entretanto Peláez dedicando su vida al banco, sin ver la luz del sol apenas en la media hora del frugal almuerzo y controlándonos inquisidoramente, al tiempo que reprochándonos nuestra falta de implicación en la empresa.

Llegando a casa, me cruzo con Marta, la amiga de Rosa, que va del brazo de su novio, y la saludo rápidamente, casi descortésmente ansioso por contarle a mi mujer la historia de Peláez. Rosa no está en casa y una nota cuelga de la puerta del frigorífico “he ido al Corte Inglés con Marta, caliéntate las lentejas que están dentro de la olla”.
Algo se remueve dentro de mí, una sensación de náuseas y vértigo, y corro al cajón de la ropa interior de Rosa, empiezo a sacar bragas y sujetadores y descubro unas braguitas tanga rojas, que no había visto nunca antes; entre el revoltijo asoman los enganches de un liguero y eso hace que se me nuble hasta la vista. Recuerdo las veces que le he pedido a Rosa que se comprase un liguero para nuestras noches de pasión, y sus negativas diciéndome que eso eran cosas de fulanas por las que ella no iba a pasar.
Ya no tengo ganas de lentejas, me siento en el sofá con la cabeza hundida entre los hombros y mientras enciendo un cigarrillo, pienso en donde estarán guardadas las facturas de El Corte Inglés.

jueves, 14 de junio de 2001

ORGULLO CASUAL


Hace un rato he oído en la radio a una señora que llamaba para decir que estaba muy orgullosa de ser española, andaluza, sevillana y del barrio de Triana… He subido a echarle de comer a Duna (que es la perra que tenemos en las terrazas de arriba de la casa), y me he pasmado mirando el cielo ¡Vaya noche!  Júpiter parecía otro sol, entornado por millones de estrellas. Desde aquel planeta a la Tierra ni se la ve, y si el cosmos fuese un pedazo de playa, podíamos estar pegando puñados en la arena y tardaríamos años en agarrar el montón donde estuviese el grano de la Tierra… pero esta señora está orgullosa de ser de Triana ¡Hay que joderse!

sábado, 12 de mayo de 2001

HAN MATADO A PAPA NOEL. (Anibal Burdo)


Joaquín el cajero de siempre en esta Sucursal ya no está en el Banco. Le ofrecieron la prejubilación bajo una velada amenaza de prescindir de sus servicios unilateralmente si no la aceptaba.
Joaquín tiene cincuenta y nueve años y está en el Banco desde los catorce; lo conoce mejor que nadie y ha visto pasar varios Presidentes, Consejos de Administración y Directores de esta Sucursal donde llevaba más de veinte años. Los clientes lo conocen por su nombre, le comentan la jornada futbolística del domingo y soportan amistosamente las proezas de sus palomos, que es a quien dedica todo el tiempo de que dispone después del trabajo, que es mucho, porque esta solo desde que hace cerca de diez años falleció su madre sin lograr ver a su hijo casarse.
Esta falta de familia propia, hacía que Joaquín cada año por las fiestas de Navidad, se disfrazase de Papá Noel en la fiesta organizada por la Empresa para los hijos de los empleados, y se sintiese tan emocionado como los niños que, temblorosos, se acercaban a recoger su regalo. También el Presidente, viejo y medio sordo, se acercaba a él como todos los años, con una cariñosa palmadita dándole las gracias y recordándole aquellos tiempos en que el botones Joaquín les iba a buscar el bocadillo a los empleados de Cartera.

Una lágrima amarga resbalaba por la mejilla de Joaquín cuando se despedía esta mañana de su familia de la Sucursal. Los clientes seguirán yendo, aunque el viejo cajero ya no esté tras el mostrador, y soportarán con normalidad al nuevo empleado joven y engominado, que además de pagarles su talón, aprovechará para intentar venderles algún producto del Banco; pero ya no habrá más Papa Noel; ni los empleados tienen ganas o necesidad de serlo, ni sus hijos creen en Papá Noel. Ya nadie cree en Papá Noel, ni el Presidente que dormita en su despacho sin recordar exactamente quién era ese tal Joaquín que le ha mandado una nota de despedida.
Hoy han matado a Papá Noel y a nadie le parece importar.

domingo, 15 de abril de 2001

EL BACALAO (Anibal Burdo)


Rosa ha comprado un bacalao.
Dice que todos los años su madre cocinaba garbanzos con bacalao para el Jueves Santo. Rosa, cada vez más asiduamente conforme va cumpliendo años, tiene más interés en recuperar las vivencias de su niñez, y eso a mí, me parece un reproche a su vida actual.
El cadáver del pez está de momento colgado en una de las paredes de la cocina, y Rosa comenta nostálgica que aquel olor le retrotrae a la cocina de su casa materna.
A mí me recuerda el asfixiante aroma del burdel donde perdí mi virginidad.
Miro a Rosa y callo.

martes, 3 de abril de 2001

EL SENTIDO DE LA VIDA. (Anibal Burdo)


Sentado en el malecón del puerto, miraba la mortecina mancha verde grisácea balanceándose lenta y pesadamente un par de metros bajo sus pies, centelleantes reflejos metálicos del color del arcoíris, y la atmósfera cargada de nauseabundo aroma oleo-salino.
El sol se acostó sobre los edificios del horizonte y Aníbal se preguntó si eso era vivir; una tarde más, un día más.
La apestosa mancha verde grisácea, de mortecinos colores pardos, se balanceaba lentamente, un par de metros bajo sus pies...

viernes, 2 de marzo de 2001

MI PARASITO Y YO


Es el cuerpo esa masa multiforme que nos apresa;
cárcel y vehículo de nuestro ser,
"colgajo", terso, seboso o musculoso;
nauseabundo o ansiado.
Parásito raptor que de nosotros vive,
lo alimentamos, limpiamos y mimamos.
Él a su vez, nos ofrece hambre, hastío, frío o calor;
Nos amenaza con morirse y le sufrimos como a un Dios.
¿Quién nos dice que su muerte no es nuestra liberación?
¿Por qué te avergüenzas de mostrarlo y lo tapas con trapos,
escondiendo a tu secuestrador?
Ves su imagen reflejada en el espejo, y crees que es la de tu yo,
¿Acaso muestra como piensas, sientes, y lo que ve tu imaginación?
Te engañaron,
bajo togas y sotanas camuflados,
los que quisieron que fueses
como su malicia ideó.