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martes, 3 de abril de 2001

EL SENTIDO DE LA VIDA. (Anibal Burdo)


Sentado en el malecón del puerto, miraba la mortecina mancha verde grisácea balanceándose lenta y pesadamente un par de metros bajo sus pies, centelleantes reflejos metálicos del color del arcoíris, y la atmósfera cargada de nauseabundo aroma oleo-salino.
El sol se acostó sobre los edificios del horizonte y Aníbal se preguntó si eso era vivir; una tarde más, un día más.
La apestosa mancha verde grisácea, de mortecinos colores pardos, se balanceaba lentamente, un par de metros bajo sus pies...

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