La empleada del INEM no entendía por qué aquella mujer, que
parecía más bien tímida y educada, reaccionó como una loca, babeando y riendo
estrepitosamente, cuando le rellenaba el formulario con sus datos…
¿Qué le había sucedido a aquella mujer?
El día hasta entonces había sido similar a cualquier otro; se
había levantado media hora antes que los demás. Mientras preparaba los desayunos
de su marido y el hijo pequeño, sacó sus ropas del armario y aprovechó para
poner la lavadora. Cuando apareció su marido en la cocina apenas si le dirigió
un gruñido, que se convirtió en un derroche de improperios cuando le pidió algo
de dinero para el mercado; de malas maneras le lanzó un billete de 50 Euros que
fue directamente al fregadero.
La mujer restregaba aun el billete contra su bata cuando el
niño pasó lanzado ante ella saliendo directamente a la calle, sin hacer caso de
su petición de que al menos se llevase la tostada que le había preparado. Su
marido también había desaparecido.
La vista emborronada por las lágrimas de rabia y humillación,
se depositaba ahora en la habitación de su hijo, con las ropas de cama y las
del día anterior desperdigadas por el suelo.
Estaba totalmente decidida a buscarse algún trabajo que le
evitase la humillación diaria de pedir dinero a su marido y la sacase algunas
horas de aquel lugar. Recogió la casa sin hacer mucho ruido para no despertar a
la “niña” que aun dormía, ya que regresó a casa poco antes del alba, y evitar
una discusión con ella, que tenía muy mal despertar. Pensó nuevamente que a sus
22 años debería buscarse algún trabajo ya que había dejado de estudiar; pero se
lo había insinuado unas semanas atrás y le costó un disgusto hasta con su
marido.
La empleada del INEM intentaba rellenar la ficha con sus
datos y cuando le pregunto la profesión, no supo que contestar, hacia tanto
tiempo que no trabajaba que ni recordaba lo que había sido,
-Ponemos “ama de casa” -le ayudó la funcionaria.