Hoy había un gran bote en la lotería Primitiva y como es
natural, yo era uno más en la colección de ilusionados-ilusos que hacían cola
para jugar su boleto. Sobre la ventanilla un texto luminoso corría de un lado a
otro de la pantalla, recordando los miles de millones que iba a suponer el
primer premio; hipnotizados no podíamos apartar los ojos de aquel mensaje
machacón.
La gente, mientras espera su turno, sueña lo que haría si le
tocase el primer premio; la mayoría lo hacemos en silencio, con gesto de desdén
y sentimiento de rivalidad, creyéndonos por encima de todos aquellos ilusos,
sin embargo, un matrimonio que va acompañado de su hijo de unos diez años,
hacen sus planes en voz alta.
-¿te imaginas… que haríamos nosotros con tres mil millones?
–dirigiéndose a su mujer y contestando al mismo tiempo su pregunta.- iríamos a
vivir a las afueras en una gran torre…
-Si hombre… -le interrumpe la mujer- yo estoy bien donde
vivimos, ¿y qué pasaría con Luisito, con su colegio y los amigos?
Luisito mira a sus padres como no entendiendo muy bien de que
están hablando; pero su padre ya tiene pensado todo eso…
-Luisito estará en un colegio mucho mejor. Te internaremos en
un colegio inglés –dirigiéndose al niño- para que salgas un tío de puta madre…
de los que mandan en el mundo; te iremos a ver una vez al mes… bueno, pues cada
dos semanas… -rectifica ante las protestas de su mujer.
Me fijo en el niño que sigue sin decir absolutamente nada,
pero que se le nota que está a punto de llorar. Ya he llegado a la ventanilla y
pienso que además del alegrón que me voy a dar si me toca el premio, también
lograré salvar a Luisito.