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martes, 16 de abril de 2024

Las barcazas de la vida 

Por lo que cuentan los expertos, pues hablo por boca de otros, a los faraones los enterraban acompañados de la servidumbre, objetos, y utensilios que les debían servir para la gran travesía por el Nilo, y su disfrute allá en la otra vida.

 

A la vista de algunas paradas del mercado de los Encantes queda claro que aquella creencia no es propia de nuestra civilización. La vida intima de algunos seres humanos expuesta a la vista y tacto de todos. Objetos personales, álbumes fotográficos y recuerdos familiares, títulos universitarios y diplomas; cartas de familiares y amigos, agendas y dietarios, ajuares de boda con ropas de cama de hilo y ganchillo, retratos en sepia quemada, de niñas en traje de comunión, y novios el día de su boda, con esa cara entre ilusionados, asustados y orgullosos. Prendas íntimas que un día acariciaron su piel y hoy en día son manoseadas o pisoteadas por vendedores y compradores. En fin, el atrezzo de la obra teatral de su vida.

 

Algunas sociedades africanas dividen a hombres y mujeres en tres categorías o estados: los que aun viven en la tierra, o lo que es lo mismo, los vivos. Los fallecidos recientes, de los que aún quedan en la tierra gentes que los conocieron, formaron parte de su vida y los recuerdan, a los que denominan “Sasha”; y por último, aquellos fallecidos de los que ya no queda nadie en la tierra que hubiera coincidido en el tiempo con ellos, a quienes llaman “Zamani”; y parece ser que, mediante la memoria de una a otra generación, intentan no olvidar para que su muerte no sea absoluta.

Creo que cuando las diferentes religiones hablan de “la vida eterna” o “la otra vida”, en realidad se refieren a los Zamani; de ahí su interés en proclamar santos, líderes espirituales y demás figuras, para que su existencia no quede en el olvido y mueran definitivamente.

 

A la vista de lo expuesto en algunos puestos de los Encantes, quizás podríamos decir que, lo que los vendedores ofrecen al grito de “barato” o “a iuro”, es la muerte absoluta.


sábado, 23 de septiembre de 2023

Los nuevos Gremlins


Después de escuchar estos días a los Redondo, Gonzáles, Guerra... he llegado a la terrible conclusión que los políticos en realidad son Gremlins infiltrados entre nosotros, solo que, pese a que al principio comparten su aspecto de muñecos de peluche para “camelarse” a niños (en el caso de aquellos), y a adultos y pensionistas (en el de los otros), los Gremlins políticos, disfrazan su ser, con aspecto “similar” al humano.

Con los Gremlins clásicos, se deben cumplir tres reglas básicas: no darles de comer después de medianoche, no mojarlos y, sobre todo, jamás debe darles la luz.

Con los Gemlins políticos, también hay que cumplir tres reglas básicas muy similares: no darles de comer para toda la vida “mediante las puertas giratorias” (estos también se pueden distinguir, porque deben cambiar el tamaño de la chaqueta, por una mayor cada año); no dejarles que se mojen el interior del estómago con todo tipo de alcoholes destilados, y sobre todo, jamás sacarlos a la “luz” pública. Esto último ya se sabe que es muy difícil de conseguir porque, precisamente la “luz pública”, está en manos de otros Gremlins con aspecto de dueños de los medios de comunicación, y allí tienen otros colegas para ayudarles (Losantos, Tesch, Inda, Ferreras, Griso, Quintana, etc.), todos ellos y ellas, con un vínculo en común que se destila de las uvas y, además, mayormente son seguidores del Madrid (básicamente porque allí está el Gremlin Mayor, llamado Florentino). Pero si esto ocurre (lo de salir a la luz, también llamada “palestra”), hay que hacer lo posible para devolverlos a sus madrigueras e incluso, en el caso de muchos de ellos, meterlos en una jaula que es el sitio más seguro. En casos desesperados, lo ideal es ignorarlos, aunque tengamos que contenernos las ganas de meterlos en la batidora (ver película).

El problema de los Gremlins es que, como nos instruyó la película hace varias decenas de años, una vez comen y se mojan, dejando a la luz su verdadero aspecto, no todos se comportan igual. Hay Gremlins gamberros, ladrones, estafadores, asesinos, torturadores… (entre los bichos políticos y los otros). Una cosa sí es común en todos ellos, cuando se han incumplido esas tres reglas y les salen esos bultitos, que saltan de ellos al exterior generando un Gremlin contaminado, el saltador siempre es de extrema derecha. Los Gremlins que formaron el grupo pandillero llamado VOX, vieron la luz saliendo del cuerpo del PP, y los Gremlins que salieron del PPSOE, también han sido de extrema derecha, de ahí los González, Guerra, Gusana Díaz… y tantos más. Pero ojo, que esos conocidos solo son los que han salido a la luz (o sea han incumplido las tres reglas), pero hay muchos otros que están ahí, dentro de esa especie de furúnculos, esperando su momento de luz. Es decir, continúan dentro de su mismo Partido, pero ya son de extrema derecha, seguramente porque ya lo eran cuando entraron en ellos, pero era un hogar más cómodo que las madrigueras. Como ejemplos de estos, los García Page, Lambán, Aznar, Díaz Ayuso, Oreja, Robles… y unos cientos más.

El común entre todos ellos, es que siempre salen a la luz para recordarte que, tu forma de vida, propiedades, tu país (sea cual sea) e incluso tu vida, están en peligro si haces caso omiso a sus advertencias, y se pasan la vida gritándote “que viene el lobo”, para que vigiles su rebaño y su hacienda, mientras entran en tu casa a vaciarte la despensa. 

sábado, 22 de mayo de 2021

Historias de la Nueva Era: 1996 Cuando el cielo se deshizo sobre Biescas (Desconfinando la memoria)

Durante la década de los noventa, las dos familias de Barcelona, la de Madrid y la de Sevilla, decidimos tomarnos un par de semanas, cada agosto, para ir juntos de camping. Se daba, y se da la circunstancia, de que teníamos dos hijos cada uno, las primeras niñas y los segundos niños, y ambos grupos de edades similares. Pensábamos que era una buena manera de que, sobre todo los primos, conviviesen unos días para afirmar unos lazos familiares complicados por la distancia.

Ese año 1996 el destino elegido fueron los Pirineos de Huesca, donde habíamos planeado hacer excursiones por los valles de Ordesa, Pineta y el Cañon de Añisclo, entre otros. Barajamos varios campings de la zona, teniendo en cuenta que nuestras prioridades eran, que admitiesen perros (los de Barcelona llevábamos uno cada uno, aún casi cachorros), no muy grande (por el tema de los niños), que tuviese un rio “bañable” en las cercanías, y naturalmente, el precio. Finalmente nos decidimos por el “Jabalí Blanco” situado en Fiscal, casi en lo que sería el vértice de nuestros objetivos previstos.

 

Las dos familias de Barcelona llegamos unos días antes, y como ambos teníamos vehículos “4x4”, nos dedicamos a visitar pueblos abandonados, a los que se llegaba por pistas de tierra que los hacía casi inaccesibles.

El primero de agosto ya estábamos las cuatro familias disfrutando juntos de un entorno encantador, pleno de barrancos y torrentes donde refrescarse.

 

El 7 de agosto de 1996 asomó esplendoroso como todos los días anteriores, y después de desayunar, los hombres decidimos ir a Biescas a comprar una rueda para la bicicleta de Rocío, que se había roto, y al Lidl de esa población, a reponer la despensa para tanta tropa.

Tras comprar la rueda llegó la hora de las provisiones, lácteos, cervezas, productos frescos, cervezas, legumbres cocidas y pastas, cervezas, desayunos, cervezas, refrescos, cervezas…

Al salir de la ciudad para incorporarnos a la carretera nacional, frente a nosotros, la muralla natural pirenaica parecía casi aplastada bajo una espesa y amenazadora capa de nubes, tan oscuras que parecían negras. Nos habíamos entretenido más de la cuenta y temimos que aquella amenaza de tormenta nos pillase en el camino de vuelta.

Ya en las afueras, una imagen que, debido a los hechos ocurridos esa misma tarde, se fijó en mi memoria como un fotograma. Junto a la carretera el cartel de un sol sobre una tienda de camping, “Las Nieves-Camping-1ª Categoría”, un riachuelo encauzado con calzadas escalonadas, en cuya cercanía jugaba una decena de niños y, a su espalda, tras el cercado y bajo la arboleda, se adivinaban algunas tiendas y roulottes de los más de seiscientos campistas que posteriormente supimos que lo ocupaban. 

Casi no habíamos dejado atrás la población, cuando empezaron a caer gruesas gotas de lluvia, sin embargo, en seguida paró, y pese a que el tiempo seguía amenazando tormenta, esta no acababa de romper. Tras la comida, las mujeres decidieron irse en un coche a Broto para comprar unas sudaderas de recuerdo y aprovechar para merendar. Yo me metí en la tienda a dormir la siesta.

No recuerdo la hora exacta, pero debería ser sobre las cinco de la tarde, cuando un enorme trueno me cortó el sueño de raíz, y tras él, un aguacero que parecía iba a perforar la lona de la tienda. El resplandor de los rayos y posterior trueno, enlazados unos con otros, parecían estallar allí mismo, y pese a que la lluvia no arreciaba, decidí que, era menor el riesgo de correr hasta el bar del camping, a apenas una cincuentena de metros, que permanecer en un lugar donde tenía la impresión de estar a la intemperie, con el riesgo, que cada vez tenía más cierto, de que iba a entrar agua por todas partes, y el cielo, como temían los galos de Asterix, caería sobre mi cabeza.

Empapado, entré en la sala del bar, donde me encontré con el resto de la familia excepto las mujeres que aún no habían regresado de Broto. En la televisión, cuya imagen iba y venía, estaban dando alguna prueba de las olimpiadas de Atlanta, aunque nadie le prestaba atención. La luz se fue unas cuantas veces y los niños gritaban divertidos, como si estuviesen asustados cuando eso sucedía, o disimulando su susto de verdad.

Al poco rato llegaron las mujeres, excitadas, comentando que, cuando estaban en el pueblo, empezó la tormenta y se fue la luz varias veces, hasta que ya no volvió, y el miedo que habían pasado en la carretera bajo la tempestad, y el aguacero que había arrastrado restos de vegetación a la calzada, convirtiéndola en un torrente sobre el que destellaban continuos rayos; mientras, la conductora, con poca experiencia, se lamentaba de que no iba a ser capaz de llegar, y las otras la animaban disimulando sus verdaderos sentimientos. También nos contaron que al cruzar el puente sobre el rio Ara, el nivel había subido tanto que parecía lo iba a sobrepasar.

Se suponía que por la hora todavía debería haber incluso sol, sin embargo, la negrura era como la del anochecer, agravada por la falta de electricidad.

Poco a poco la lluvia fue arreciando, la tormenta se alejó, y como era lógico, la temperatura bajó de golpe. Entonces nos dimos cuenta del ruido que llegaba desde el rio, que pasaba a poco más de un centenar de metros del camping.  Con una linterna, puesto que la oscuridad era ya absoluta, nos acercamos al puente y, efectivamente, el metro a lo sumo, del nivel de agua que habíamos visto hasta entonces, había crecido tres o cuatro veces, e incluso por las marcas que había dejado, parecía que ya estaba bajando el nivel, pero no el ruido y la velocidad de las aguas, que arrastraban ramas de árboles y todo lo que habían encontrado a su paso. Un escalofrío me recorrió la espalda. El día anterior habíamos ido de excursión unos kilómetros rio arriba, el nivel del agua apenas si llegaba a la rodilla y en una isleta en medio del cauce, dos jóvenes habían acampado con una pequeña tienda.

En la noche retumbaban sonidos de helicópteros, que no alcanzábamos a ver, pero no nos parecía normal, y si muy inquietante. Por entonces los móviles eran Moviline y, aunque la cobertura en la zona no era muy buena, esa noche sí que no había manera de poder comunicar, pensábamos que por efecto de la tormenta que habíamos sufrido.

Volvió la luz y alguien, que había ido al bar del camping, nos dijo que en la tele habían dicho que el camping Las Nieves de Biescas, había sufrido inundaciones. En un pequeño transistor que llevaba, las noticias, con muchas interferencias que las hacían casi ininteligibles, hablaban de posibles fallecidos y que los equipos de rescate habían pedido que no se utilizasen los móviles, para no colapsar las comunicaciones. Entonces empezamos a darnos cuenta de que aquello podía ser más grave de lo que suponíamos, y más cuando, pasada la media noche, nuestras familias lograron comunicar con nosotros, después de varias horas de intentarlo, asustados, porque sabían que estábamos en esa zona. Ahí ya nos enteramos que el camping donde ese mismo día las familias disfrutaban de sus vacaciones, había sido borrado del mapa en pocos minutos.

 

Nuestra vida continuó, aislándonos como siempre pretendíamos en lo posible, de una actualidad que quedaba muy lejos en una época sin internet, y por tanto sin redes sociales, por lo que tal y como teníamos programado, un par de días después fuimos de excursión al Valle de Ordesa. En los arcenes de la carretera se acumulaban restos de vegetación y piedras arrastradas por los torrentes. El Parque estaba exuberante. La cascada de La Cueva parecía tropical, el agua caía con fuerza, y salpicada en miles de partículas, llenaba el aire a su alrededor. También las Gradas de Soaso y la Cola de Caballo, al pie del Monte Perdido.

Al día siguiente nos llegamos hasta Plan (el pueblo que se hizo famoso por organizar la primera caravana de mujeres), y al entrar en una librería para adquirir algún suvenir, vimos las portadas de los periódicos, donde se hablaba ya de más de ochenta fallecidos. Creo que en ese momento nos hicimos una idea de la gravedad de la tragedia.

 

Desconozco el motivo, quizá alguna noticia o referencia de la que no somos conscientes, pero si son captadas por el inconsciente. El caso es que hace poco más de dos meses, la memoria me abordó con el recuerdo de aquella tragedia, incluso antes de “saber” que este año se cumplía el veinticinco aniversario.

Veinticinco años en los que, quienes nos juntamos allí, nunca hemos hecho referencia a esos días, que no haya sido entre las mujeres a su “aventura” automovilística.  

Consulté la “Biblioteca de Alejandría” de la nueva era. Las hemerotecas y noticias de entonces y las que se iban produciendo en los años posteriores, que Internet pone a nuestro alcance. Comprendí la injusticia de considerar a los 87 fallecidos como una tragedia, pues cada uno de ellos son una tragedia en sí mismos. Huérfanos, familias enteras, hijos arrancados de los brazos de sus padres, abuelos sin nietos, amigos sin amigos…

La tragedia, arrastrada con los años por la miseria de gobiernos (estatales, autonómicos y locales), que se negaban a asumir sus responsabilidades. Pleitos y más pleitos judiciales para que otorgasen una indemnización que, en ningún caso podría paliar el dolor de los supervivientes, pero hiciese algo de justicia por haber legalizado la instalación de un camping en el cauce de un rio. El presidente Aznar y el rey ahora huido, no perdieron el tiempo en pasearse entre los despojos, rodeados de fotógrafos como en su día el baño de Fraga en Palomares, pero las escasas indemnizaciones que finalmente se otorgaron, tuvieron que hacerlas obligados por los tribunales europeos a quienes habían recurrido algunas de las víctimas.


Quizás por esas tonterías a las que se dedica el cerebro de los jubilados, una vez liberados de las obligaciones del día a día, me empezaron a asaltar algunas preguntas ¿Por qué continuamos nuestra actividad diaria casi como si nada hubiera pasado? ¿tan insensibles éramos como para no sentir como nuestra, la tragedia de unas personas que, como nosotros, solo pretendían pasar unos días de descanso y diversión con sus familias, en comunión con la naturaleza? ¿En ningún momento nos planteamos dar por acabadas las vacaciones y volver a casa? No tengo respuestas y tampoco alguno de los que también estuvo y he preguntado.

El siguiente paso fue explorar aquellos parajes a través del inevitable Maps, y de repente no entendía nada, porque o la memoria me estaba haciendo una jugarreta o me había montado una película de fantasía. Pongo la ruta de Fiscal a Biescas en el Maps y me salen 41 kilómetros y además a 23 minutos Sabiñanigo ¿Por qué fuimos a buscar la rueda y hacer las compras a Biescas, si Sabiñanigo es una población más importante y más fácil encontrar de todo? ¿Cómo era posible que tuviese tan claras las imágenes del camping Las Nieves a mi izquierda y las primeras estribaciones pirenaicas, bajo aquel cielo cubierto de negras nubes, frente a nosotros, al salir de Biescas, si eso era al norte y la supuesta carretera a Fiscal iba hacia el sur? ¿fuimos tan “idiotas” que, no siendo una excursión de placer, elegimos ir a Biescas en lugar de a Sabiñanigo, por la N260 norte, estrecha y de infinitas curvas, por la que se tardaba veinticinco minutos más?

 

Este mes, veinticinco años después, aprovechando un puente en fin de semana, decidimos volver a Fiscal, visitar el camping donde nos habíamos alojado, algunos de los lugares por donde habíamos “jugado” con nuestros niños y niñas, hoy ya adultos, y el desaparecido Las Nieves de Biescas, donde sentía la sensación de tener una deuda pendiente con mi historia personal.

No recuerdo quién dijo que nunca se vuelve al hogar donde nacimos. No hace falta que sea el lugar donde nacimos, para que nos resulte casi imposible reconocer el lugar (de ahí lo de no volver). Veinticinco años son muchos y muchos los cambios. La N260 sur no existía, de ahí que Biescas fuera la primera población “importante” que podíamos encontrar. Eso también acreditaba a mi memoria. El camping Las Nieves quedaba a nuestra izquierda al salir de la población y las estribaciones pirenaicas frente a nosotros.

En el lugar que ocupaba el camping, tras la valla, solo queda en pie el edificio de recepción, y en la explanada delantera, ya fuera de la misma, hay un monolito de hierro oxidado, con el nombre de los fallecidos. Dos años después de haber instalado dicho monolito, en 2016 que se cumplía el 20 aniversario, se colocó un monumento de tres piezas con distinta simbología, homenajeando a víctimas, rescatadores y las gentes del pueblo que se volcaron en el auxilio de los supervivientes, con un hueco que representa el vacío que dejaron. Repartidas entre la arboleda, 87 rocas de entre medio y un metro de diámetro, restos de las que llegaron arrastradas por la riada. Una por cada uno de los fallecidos.

Decía la gente de Biescas que no querían que su pueblo quedase vinculado para siempre a la tragedia del camping Las Nieves, pero me da la impresión que, lamentablemente, no lo han conseguido. Durante la temporada anual que estuvo abierto aquel camping, se supone que pasarían por él miles de personas. Campistas que tendrían que utilizar a la fuerza sus comercios, y que ya no están. La impresión que me dio en esta visita, es que Biescas es una población triste que languidece poco a poco. Cierto que estamos en un periodo de pandemia que todo lo hace más difícil, pero el Lidl al que fuimos nosotros a reponer hace veinticinco años, ya no existe. Un domingo a las cinco de la tarde tenía todos sus bares cerrados, y entre las calles semidesiertas, vimos tres o cuatro hoteles cerrados y con el cartel de venta, ocupando unos edificios que aparentaban bastante tiempo abandonados.

 

Esta es una historia personal e intrascendente. Una historia de un día de hace veinticinco años, en el que, lamentablemente, 87 personas como cualquiera de nosotros, nuestras familias y amigos, se quedaron en el camino. 






sábado, 8 de mayo de 2021

Historias de la Nueva Era: El circo del siglo XXI

“Lo que pasa en el campo, se queda en el campo…” Frase típica de los futbolistas cuando les tiran de la lengua por alguna trifulca durante el partido. Los “apasionados hinchas”, entretanto, se enzarzan en las gradas, quedan para darse de palos a las afueras del campo, e incluso hacen cruce de garrotes y hojas de acero; mientras ellos, los futbolistas, comparten cervezas e incluso mujeres, en lugares discretos, o se abrazan y besuquean cuando se reencuentran vistiendo la camiseta nacional, se ensalzan y bromean sobre las patadas que intercambiaron en el terreno de juego.

La verdad es que no sé muy bien cuándo los políticos se convirtieron en futbolistas, y a nosotros, los vulgares votantes, en forofos suyos; pero ese partido que juegan como mínimo una vez a la semana, donde “el campeón del mundo de lanzamiento de huesos de aceituna”, insultaba “al coletas”, “el niño del postgrado en HardvarAvaca”, y el “españolazo de las mascarillas del ejército”, que se escaqueó de la mili, insultan al “plagiador de la tesis doctoral”, mientras el resto de los componentes de sus respectivas plantillas aplauden como posesos, o patean, silban e insultan a los del equipo contrario. Solo es la previa al desfile de banderas en las calles, donde los seguidores/forofos de unos y otros, se insultan e incluso apalean. Todo ello, no me cabe duda, pensando que ellos son los que tienen la razón, y el resto son el enemigo, los rojos o los fachas.

No voy a caer en la trampa mentirosa del, “todos son iguales”, los políticos son unos sinvergüenzas y sus partidos nos engañan, porque los que tenemos una edad, ya estuvimos bastantes años reprimidos sin partidos políticos, “porque era lo que convenía al pueblo”, y el palo que paseaban, siempre sostenía la misma bandera, pero la verdad es que parece que ese sea el camino al que nos quieren retornar.

La realidad es que el sistema ha convertido a esos partidos políticos y a quienes los representan, en marionetas y meros instrumentos con los que dar forma a los intereses del verdadero poder, los que nunca se presentan a unas elecciones y siempre ganan, las oligarquías del país.

No he querido entrar mucho en esta movida de las elecciones madrileñas, y tampoco en las de aquí, las que se celebraron va ya para tres meses, y que al parecer quieren repetir porque los ciudadanos nos equivocamos al votar; porque me gustaría (intento), salir de la grada de los hooligans y sentarme en una más tranquila para poder ver sin apasionarme. No es fácil desde luego, porque las burradas son muy grandes y seguidas, y las redes sociales no ayudan. Demasiada información, demasiada mentira, demasiada jungla, demasiados insultos personales y a la inteligencia y, sobre todo, mucha facilidad para dar nuestra opinión, como si esta le importase a alguien.

 

He intentado racionalizar lo que desde aquí hemos llamado, más o menos, “lo de Madrid”, y he llegado a una conclusión que seguro no es políticamente correcta.

“Los de aquí no entendemos lo de allí precisamente porque somos de aquí” (tontería número no sé qué de la noche). Aunque la derecha y la extrema derecha se empeñen, este país no se puede mirar desde una óptica de uniformidad, porque somos múltiples sociedades con estilos de vida, cultura, costumbres y anhelos, muy diferentes.

Recuerdo que en un viaje a Madrid fui a visitar a los compañeros que no conocía personalmente, pero con los que hablaba casi a diario por cuestión de trabajo. Se acercaba la hora de salir y me dijeron “espérate que cuando salgamos vamos a tomar unas cervezas a la Plaza Mayor”, “no hace falta –les conteste yo- supongo que lo que tendréis ganas es de iros a casa”. “que va hombre –me contestaron extrañados- siempre vamos cuando acabamos la jornada”.

Yo no entendía nada. En Barcelona teníamos una frase que repetíamos muy a menudo cuando se acercaba la hora de largarnos, “a las tres en la calle estés, y si puede ser antes, mejor que después”.

Parece una simpleza, pero yo lo que entiendo es que, para un madrileño o un andaluz es muy importante esa forma de socializar (no para un catalán, vasco o incluso gallego, aunque mande también allí el PP). Sus prioridades son suyas y no tenemos por qué entenderlas o compartirlas. El “madrileñismo” al que se refiere la anormal de su presidenta, lo forman eso y otras muchas cosas que no entenderíamos, como los toros, la españolidad o vanagloriarse de los atascos.

Si, tienen más contagiados que nadie, más fallecidos, una sanidad que privatizan a pasos agigantados. En Catalunya hace años que la Seguridad Social trabaja con hospitales privados concertados, lo coló Convergencia y nadie rechistó, mientras que en Madrid llevan años de protestas por la pretensión de la Comunidad de hacer lo mismo. Sin desdeñar los boicots por parte de las cloacas del Estado, “nos hemos cargado la sanidad de los catalanes”; no adjudicable a Madrid Comunidad, sino a Madrid-Estado y sus cloacas, para más INRI en manos de un catalán, aunque no ejerza de ello.

 

¿Votan al PP, siendo la Comunidad que menos gasta en educación, en proporción al número de habitantes? Aquí, en Catalunya, hay unas cuantas decenas de escuelas en barracones, y no sé cuántas, pero muchas, subvencionadas, la mayoría religiosas, que segregan a los estudiantes por sexo, raza y condición social. Todos sabemos que es una enseñanza para familias pudientes, que pagan en dos recibos mensuales, uno en concepto de educación, y el resto, de un importe más elevado, como donativo a una fundación religiosa del mismo Centro, para poder cobrar la subvención y que encima sea desgravable. Todo eso, robándoselo a los colegios públicos donde el resto de ciudadanos no pudientes, llevábamos a nuestros hijos.

Nuestros políticos no son muy diferentes, allí tienen al PP de la Gürtel y el tres por ciento (entre otras muchas), y aquí tenemos a la Unió de la sede embargada, el saqueo del Palau de la Música y la Convergencia del tres per cent. Un PSC que ha traicionado sus principios, y lo que es peor, la derecha que, aunque cambie de nombre cada tres años, sigue cortando el bacalao.

 

Nosotros no entendemos porqué la mayoría del pueblo madrileño ha votado a un partido que ha pervertido la sacrosanta palabra “libertad”, convirtiéndola en un coctel de bar, a modo del “cubalibre”, ni el motivo por el que ha preferido votar a un partido que les ha prometido bajar impuestos (un engaño), en lugar de a quien prometía subírselos o, a quien les daba cancha libre para festejar en las calles y llenar terrazas de los bares, en lugar de confinarlos y cerrar esas terrazas. Bien mirado ese PP si ha sabido venderse para ganar, y si añadimos la catalanofobia y la españolidad, se apuntan hasta los fascistas.

Si no entendemos eso tampoco podemos pretender que ellos, orgullosos de “ser España”, entiendan a dos millones de catalanes que se quieran ir o pretendan al menos que les dejen elegir, si quieren seguir perteneciendo a “su” país.

Yo sí que entiendo a esos dos millones de catalanes. Pero no entiendo cómo, mientras la derecha que nos ha mandado, y nos sigue mandando desde el exilio, nos recortaba en educación y sanidad, distrayéndonos con otros menesteres, solo salíamos a la calle unos cientos, o unos pocos miles en el mejor de los casos, de pensionistas y denostados sindicalistas, a protestar; y me preguntaba dónde estaban los dos millones faltantes, a los que al parecer eso se las traía al pairo, porque nos han convencido que es más importante una bandera que la cesta de la compra. El circo del siglo XXI no es la arena de un recinto cerrado, sino otros a los que llaman parlamentos.


viernes, 23 de abril de 2021

Historias de la Nueva Era: La deconstrucción de los miserables

Jordi Cruz, el guaperas del Master Chef, ha dicho que nunca se lo habría planteado como opción política, pero que, si el votase en Madrid, lo haría por el PP y la Ayuso ¿Quién lo iba a decir? ¿Quién iba a decir que el mismo personaje que utilizaba becarios como trabajadores (la mitad de las plantillas), a cambio de cama y comida (efectivamente, como el tío Tom y los de su raza en los campos algodoneros del sur estadounidense), iba a apoyar a la señora de-mente privilegiada madrileña?

Claro que, teniendo en cuenta que su argumento para acoger a tanto becario, era que, si hubiese tenido que contratar trabajadores asalariados, no podría mantener sus negocios ni ofrecer la calidad que supuestamente vende, no debería extrañar a nadie.

A este “emprendedor” le importan un carajo si los ancianos de las residencias fueron llevados a hospitales o abandonados a su suerte, los datos del paro, la sanidad, la educación o si es la Comunidad con más contagiados y fallecidos por el Covid. Obviamente le importan un carajo las inmensas colas del hambre, de los miles de personas que han entrado en la pobreza como resultado de la pandemia, y no le importan porque esa gente, tampoco sus becarios, son los clientes de sus negocios a 120 euros el cubierto.

Junto a él, otro cocinero catalán estrellado (cuyo nombre no recuerdo ahora ni voy a perder un minuto en buscarlo en Internet), también se confiesa de izquierdas, y al mismo tiempo declara que votaría a Ayuso si estuviera empadronado en Madrid.

Naturalmente esos dos ciudadanos tienen derecho a votar a quienes deseen, aunque su opinión vale lo mismo que la mía o la de cualquiera, por mucho que sepan freír un huevo mejor que nadie, pero que no tomen a la gente por idiotas. Votarían al PP para defender sus intereses, única y exclusivamente. Lo que pasa es que son unos cobardes que quieren ir de progres por la vida, justificando su miseria moral.

“Si toda la gente en cocina estuviera en plantilla, no sería viable” decía textualmente el susodicho, para justificar su condición de “amito Jordi”. No hay más que añadir.



miércoles, 14 de abril de 2021

Historias de la Nueva Era: Si, yo me he vacunado para que me quiten la libertad y enriquecer a los laboratorios


No he probado la cocaína, heroína, éxtasis, ni otras sustancias similares en mi vida.

La única raya que me he "pasado" en algún momento, es la línea continua de una carretera.

Los porros que me he fumado en 65 años se pueden contar con los dedos de una mano.

No soy abstemio, pero básicamente, el alcohol no me gusta y confieso ser adicto a la coca cola.

Tengo los achaques propios de mi edad, entre los que no se incluye una malformación o descontrol de la mandíbula, achacable a sorprendentes efectos secundarios de la “emotividad”.

Y si, utilizo las redes sociales (por eso me estás leyendo, si te interesa lo que digo y te lo agradezco), y además consumo medicamentos, por lo que contribuyo a las fortunas de esos multimillonarios (Gates, Zuckerberg...).

Acostumbro a salir a la calle vestido, por lo que ayudo a la fortuna de gente como Amancio Ortega y soy consciente que, utilizando ropa de los comercios de ese señor, e incluso del mercadillo, soy "cómplice necesario" para mantener el esclavismo y abuso infantil del tercer mundo.

Me gusta el futbol y resto de deportes, por lo que también soy consciente que contribuyo a mantener unos personajes engreídos, mimados y multimillonarios, que creen estar por encima de los demás y el bien y el mal, por patear un balón o meter la pelotita en una canasta sujeta a un palo.

Consumo alimentos (seguramente por encima de mis necesidades), que mayoritariamente compro en Mercadona, por lo que ayudo a llenar la bolsa de la “familia” Roig y de otros especuladores alimentarios como carrefures y demás.

Compro asiduamente por internet, por lo que aporto a las fortunas escondidas tras grandes empresas, con políticas de explotación de sus trabajadores.

 

Evidentemente, mi currículo no da para protagonismos en programas en prime-time, ni por mis costumbres, estilo de vida, o por mis actos como “asesino de las Azores”, pero entiendo la utilidad de dar voz (luz y taquígrafos), a esas figuras, como Miguelito Bosé, para que nos iluminen con “la verdad”. No por su verdad, sino la verdad absoluta, tras descubrir de donde le viene esa ciencia infusa, según la cual, el meterse unos gramos de coca al día, y mezclarlos con el resto de sustancias, les hace crecer en creatividad, y que puedan dar ese mensaje definitivo, que no debe caer en saco roto, “niños y niñas, podéis meteros de todo y chutaros a gusto, que el día que queráis, solo basta que, subiendo (o bajando) una escalera, os digáis, “mañana lo dejo”, y ya está. Desde ese día se acabó, sin monos ni más mentiras”.

 

Pero, sobre todo, el mensaje es “”no os vacunéis, porque esto es una mentira creada en el “foro de Davos”, para quitaros la libertad y enriquecer a los laboratorios. A saber que mierda os están metiendo en el cuerpo. No como las cosas que yo me metía, que servían para acrecentar mi inteligencia””.

 

Por mi parte solo puedo confesar, que deseo que nadie me haga caso cuando propago mi vacunación, porque yo solo soy un pedazo de carne al servicio de los verdaderos poderes que dominan la tierra, y obviamente, un desinformado que no sabe beber de las fuentes de la sabiduría, por lo que no cabe duda que hay que seguir los consejos de ese profeta (y sus seguidores), aunque te lo digan con voz de ultratumba y la mandíbula bailando el “Bandido”, de un hombro a otro.

Por cierto, lamentablemente para mí, entre mis defectos también está el de ser ateo, y claro, no me llegan los mensajes de dios, que envía a través de uno de sus portavoces en la tierra. Esos señores con faldones de señoras, bordados de oro, que nos iluminan desde sus tronos.





lunes, 1 de marzo de 2021

Historias de la Nueva Era: La extraña y gigantesca ave sobre Barcelona (Desconfinando la memoria)

Todo empezó el 10 de junio de 1990, a través de una carta, publicada en la sección “Cartas de los lectores”, de La Vanguardia.

En 1990 no sé si algún cerebro iluminado habría pergeñado en el garaje de su casa o en el incipiente Silicon Valley, lo que sería el boom de las redes sociales en la comunicación masiva entre ciudadanos, a través de internet; pero en 1990 el “twiter” del que disponían estos ciudadanos para expresar sus inquietudes y opiniones eran, sin duda, las llamadas “Cartas al director” o como en este caso, “Cartas de los lectores”; espacio del que disponían casi todos los diarios generalistas.

Ese domingo de junio, un lector escribió: “…la noche del 28 de mayo, algunos vecinos del barrio de Les Corts, nos despertamos ante los insoportables “graznidos” de un ave; no un ave cualquiera; nuestro estupor fue inmenso al salir al balcón y ver una silueta negra de un ave de grandes dimensiones. Quizá debería medir entre 3 o 5 metros, y no exagero. Numerosos fueron los vecinos que lo vieron, y numerosos también los comentarios al día siguiente” … “… ¿Qué era? Y lo que es más extraño, ¿Por qué no ha aparecido ninguna noticia en la prensa?”

 

A partir de ahí, y durante los siguientes tres meses, se puede decir que no hubo día, en esa sección, de algún lector que no hiciese referencia a la “Extraña y Gigantesca ave”. Hubo de todo, gente que se lo tomó por el lado cómico y de broma, otros que se lo tomaron muy en serio, y hasta se mostraban ofendidos, haciendo hincapié en su formación (matemáticos, filósofos, un exalcalde, etc.), para dar mayor credibilidad a sus opiniones, e incluso algunos que se declaraban “expertos en ornitología” y trataban de dar lecciones al resto.

El 18, uno que se identifica como ornitólogo, hace referencia a la nueva hipótesis, la de la paloma mutante: “…Que los sonidos emitidos por el ave fuesen descritos como “graznidos”, descarta la apuntada hipótesis de una paloma mutante. Los colúmbidos no graznan”.

El día siguiente, alguien, tras explicar su experiencia ante la visión del ave, hace un llamamiento “……que las autoridades correspondientes pudieran actuar y responsabilizarse del tema, por si dicha ave entrañara algún peligro para la población”.

El sábado 23, un tal JUAN B., dice que “…he identificado el gran pájaro negro, ave de mal agüero, que sobrevuela la ciudad de Barcelona. Se trata del señor Borrell, que viene por lo de la renta”.  

En días sucesivos se incorporaron visiones de esa misma ave o similar. en otros lugares como Salou y Gavá, e incluso el genial dibujante Oscar Nebreda hizo referencia a él en alguna historieta, denominándolo “el pajarraco”.

La cosa fue derivando, incorporando febriles teorías, que, si era un albatros, una gaviota mutante o incluso ¡un pterodáctilo!, que, aunque parezca mentira, tuvo bastantes seguidores. La historia fue languideciendo al mismo tiempo que los calores veraniegos. Tras unos días de silencio, reapareció, para despedirse definitivamente de las páginas del diario, el 7 de septiembre, con una carta que no tiene desperdicio, y resume lo que fue la historia:

“Hondo pesar nos causa la desaparición de ese ser que supo granjearse el cariño y afecto de todos cuantos le rodeaban. Nos referimos, evidentemente, a esa extraña y misteriosa, a la par que gigantesca ave, que hasta hace pocas fechas sobrevolaba la Ciudad Condal a ambiguas horas nocturnas. En la CAGAM (Coordinadora de Apoyo a la Gigantesca Ave Misteriosa) nos sentimos consternados, ya que suele suceder que la falta de noticias es la peor noticia.

No sabemos, si nuestra querida ave, habrá ido de observadora imparcial al conflicto del golfo Pérsico o simplemente se habrá escondido, temerosa, al oír esos horribles sonidos ¿procedentes del averno?, que retumban hoy en día en Barcelona: “Aquet any sí”, “Ja tenim equip”. Lo único que sabemos en la CAGAM, es que desde que descubrimos que, el “Viaje a la Luna” de Julio Verne, no era ficción, sólo nos queda esa hermosa ave donde reposar nuestros sueños.

La CAGAMos, o no, en un mundo que la navegación solo se relacionaba con la aérea o la marítima, y la vía para entrar en una red social como la descrita, se limitaba a un sobre, y un sello de 15 pesetas, sin preocuparse por la cobertura.