Estoy como aquellos días de verano en que añoramos el
recogimiento en torno a unos troncos que arden en la chimenea y tras el cristal
de la ventana vemos caer la lluvia sobre los campos.
Me siento como en estos días de invierno, fríos y lluviosos
que me traen a la memoria las pieles tostadas bajo el sol en la playa.
Creo que soy como un perro en un banquete coreano. Depende de
donde sea el banquete, de los comensales y de sus costumbres, lo mismo puedo
formar parte del menú que esperar las migajas bajo la mesa.
Soy, en fin, una barca a la deriva a merced de las olas que
forman los demás soplando a mi alrededor según sus deseos.
Ya no sé cuál fue el puerto del que partí, quien me acompañó
y quien me despidió; tampoco recuerdo cual era mi destino y ya ni tan siquiera
me importa. Ahora mismo creo que me da igual llegar a algún lugar o que me
engulla el temporal. Cuando me encuentre la parca…