Las barcazas de la vida
Por lo que cuentan los expertos, pues hablo por boca de otros, a los
faraones los enterraban acompañados de la servidumbre, objetos, y utensilios
que les debían servir para la gran travesía por el Nilo, y su disfrute allá en
la otra vida.
A la vista de algunas paradas del mercado de los Encantes queda claro que
aquella creencia no es propia de nuestra civilización. La vida intima de
algunos seres humanos expuesta a la vista y tacto de todos. Objetos personales,
álbumes fotográficos y recuerdos familiares, títulos universitarios y diplomas;
cartas de familiares y amigos, agendas y dietarios, ajuares de boda con ropas
de cama de hilo y ganchillo, retratos en sepia quemada, de niñas en traje de
comunión, y novios el día de su boda, con esa cara entre ilusionados, asustados
y orgullosos. Prendas íntimas que un día acariciaron su piel y hoy en día son
manoseadas o pisoteadas por vendedores y compradores. En fin, el atrezzo de la
obra teatral de su vida.
Algunas sociedades africanas dividen a hombres y mujeres en tres categorías
o estados: los que aun viven en la tierra, o lo que es lo mismo, los vivos. Los
fallecidos recientes, de los que aún quedan en la tierra gentes que los
conocieron, formaron parte de su vida y los recuerdan, a los que denominan
“Sasha”; y por último, aquellos fallecidos de los que ya no queda nadie en la
tierra que hubiera coincidido en el tiempo con ellos, a quienes llaman “Zamani”;
y parece ser que, mediante la memoria de una a otra generación, intentan no
olvidar para que su muerte no sea absoluta.
Creo que cuando las diferentes religiones hablan de “la vida eterna” o “la
otra vida”, en realidad se refieren a los Zamani; de ahí su interés en
proclamar santos, líderes espirituales y demás figuras, para que su existencia
no quede en el olvido y mueran definitivamente.
A la vista de lo expuesto en algunos puestos de los Encantes, quizás
podríamos decir que, lo que los vendedores ofrecen al grito de “barato” o “a
iuro”, es la muerte absoluta.