Historias de la Nueva Era: Aforismos
Hace ya mucho que, como otra tanta gente, aplico ciertos
aforismos que otros han pensado por mí, para aplicarlos en ciertas situaciones
que nos pone la vida. En estas últimas horas, trato de convencer a mi cerebro
de dos principios que debe aprovechar para su propia salud, la de él, mental, y
la física para que tenga un medio donde sobrevivir:
1.- Si un problema no tiene solución, no es un problema.
2.- Si la solución de un problema no está en nuestras manos,
no es un problema.
Estamos viviendo una situación que ha ido cambiando según
donde nos querían situar en cada momento, de tranquilidad (esto es poco menos
que una gripe), de atención (cuidado porque mira lo que está pasando fuera), de
inquietud (porque se está propagando demasiado rápido), y de pánico (la situación
actual). No tan solo por condenarnos a un encierro provisional de dos semanas y
un día (el día ese que se ponía en las condenas y que no tenía fecha concreta,
lo mismo que ahora, que van colando que esto va para largo), sino por añadirle,
además, a los trabajadores, la angustia de decidir si acudir a sus trabajos
como les exigen o quedarse en casa y arriesgarse a ser despedidos (cosa que va
a ocurrir igualmente, adopten la decisión que adopten). No voy a entrar más en
este tema porque no hace falta, entre otras cosas, porque ese si va a ser un
problema al que no se podrán aplicar esos dos principios.
¿La solución al problema actual está en nuestras manos? No,
da igual lo que hagamos, porque quienes deciden tienen claro que todos vamos a
enfermar y lo único que se pretende es que no lo hagamos de golpe, y de paso,
vivir con la esperanza de que alguien encuentre una vacuna o algo que aminore
los daños antes de que seamos contagiados, cosa que nos ocurrirá a todos, más
tarde o más temprano.
¿La solución está en nuestras manos? Tampoco, al menos en
estos momentos. Lo único que está en nuestras manos, es obedecer al que manda y
subirnos como corderos al vagón que se dirige directamente a los crematorios
(figura metafórica) o desobedecer y ser sancionados y acusados de insolidarios,
con el mismo final.
En todo caso, lo único que pudiera estar en nuestra mano (que
obviamente desperdiciaremos), es, una vez acostumbrados a convivir con la nueva
realidad, mandar a esos crematorios figurados a los inútiles, aprovechados, que
solo saben vivir de sus y nuestras miserias neuronales, envolviéndonos en
banderas de todos los colores, poniendo ante nuestras narices, ya sin disimulo,
a esos uniformados tras los políticos, que nos recuerdan en qué clase de
democracia vivimos. Claro, lo tienen fácil, una sociedad que ante todo esto
agota el papel higiénico, es una sociedad que no vale una mierda.
Tengo intención de no hablar más de este tema, me niego a
seguir programas de todas las cadenas y medios que disfrazan su telebasura de
“informativos especiales”, sembrando la pantalla de reporteros de guerra con
micrófonos envueltos en preservativos, que no tienen nada que decir, que se
dedican a repetir imágenes enlatadas y angustiar a la gente soltando mierda
(más papel higiénico), o dar pábulo a tantos idiotas que propagan sus “gestas”
en la red, para demostrar que los ciudadanos de este país, tenemos
mayoritariamente la gracia y la dignidad en el culo (de ahí también lo del
papel higiénico).
Cuando empezó todo esto alguien escribió en algún medio
digital (creo), que las televisiones, básicamente Atresmierda y luego Mierdapro
(tira del papel higiénico), se habían convertido en una especie de versión de
“Carrusel Deportivo”, donde el número de espectadores y goles en los diferentes
terrenos de juego, eran el conteo diario de los afectados, los muertos, y las
ciudades y/o comunidades. Creo que dio en el clavo.
Los mismos que nos repiten a diario que hay que distraerse,
hacer una vida normal, no preocuparse por cosas que no podemos controlar (aunque
no lo digan exactamente así), llenan horas y horas de expertos médicos
contradictorios, terroristas políticos (que algunos llaman periodistas) y
tertulianos (que como sabemos son maestros de todo y estudiantes de nada), y
los imprescindibles economistas de todo palo que solo tienen en común los
ingresos en sus cuentas corrientes. Ya solo faltan los forenses, pero todo se
andará.
Mientras vestimos de realidad “El Proceso de Kafka”,
encerrados, sabiendo que solo servirá, en el mejor de los casos, para retrasar
lo inevitable; por detrás de esa pantalla de televisión que intenta
hipnotizarnos, desfilarán esos tipos que nos regañan por no ser tan patriotas
como ellos, plenos de pulseritas, correas de reloj o cuellos camiseros con la
banderita, camino de la cueva de Ali Babá, donde guardan el botín que nos
saquean. Siempre es un buen momento para
recordar porque largaron, hace varias decenas de años, a esa familia de
ladrones, pero también es bueno recordar que, quienes los defendieron y
repusieron a costa de unos cientos de miles de muertos, también siguen ahí,
diciéndonos lo que nos conviene y ordenando lo que debemos hacer.
Ciertamente no hay suficiente papel higiénico para tanta
mierda.
No pensaba hablar de esta cosa, pero al ver una fotografía que
he hecho de la puesta de sol, ese sol estrellado gracias al filtro, me ha
recordado la imagen de la amenaza que pende sobre todos nosotros e intentan
implantarnos en el cerebro, mientras nos avisan que mañana todo será peor, y a
mi hace tiempo que no me cabe la menor duda.
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