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martes, 16 de junio de 2020

 Historias de la Nueva Era: Las sombras (el mito de la caverna de Platón)

Unos hombres permanecen encadenados a las profundidades de una caverna, desde su nacimiento, sin haber podido salir de ella nunca y sin poder mirar hacia atrás, para entender cuál es el origen de esas cadenas. Su única visión es la pared de la caverna que tienen ante ellos.

Detrás de ellos, a una cierta distancia y colocada algo por encima de sus cabezas, hay una hoguera que ilumina un poco la zona, y entre ella y los encadenados, hay un muro, que Platón equipara a las artimañas que realizan los tramposos y los embaucadores para que no se noten sus trucos.

Entre el muro y la hoguera hay otros hombres, que llevan con ellos objetos que sobresalen por encima del muro, de manera que su sombra es proyectada sobre la pared que están contemplando los hombres encadenados. De este modo, ven la silueta de árboles, animales, montañas a lo lejos, personas que vienen y van, etc.

Cierto día, uno de los encadenados logra deshacerse de ellas y con gran esfuerzo trepa hacia la salida, primero quedando cegado por la hoguera y más tarde, ya al salir al exterior, por la fuerza de la luz del sol.

Asombrado, descubre que el mundo real es un mundo de colores, la vegetación, los árboles, e incluso los animales tienen más vida que aquellas siluetas rígidas que veían desde su nacimiento.

Entusiasmado, vuelve a penetrar en la caverna para compartir su conocimiento con sus compañeros, y aunque cegado temporalmente por el cambio de la intensa luz solar a la semipenumbra de la cueva, les cuenta que lo que ellos han visto toda su vida no es el mundo real, e intenta convencerlos de que salgan de allí a vivirlo; pero ellos no solo no le creen, sino que lo consideran un loco y además su enfermedad (la ceguera temporal), es consecuencia del desprecio por su mundo, intentando abandonarlo.

 

Siempre ha sido así a lo largo de la historia, con momentos de más y menor intensidad. En este país son malos tiempos para la verdad.

Podríamos deducir que los hombres que alimentan la hoguera, son los poderes facticos, y sus sicarios, que son los que pasean los objetos sobre el muro, los medios de comunicación que, siguiendo las instrucciones de sus amos, pasean unas burdas sombras aparentando ser la realidad.

El prisionero que logra con su propio esfuerzo llegar a conocer la verdad, es despreciado y vilipendiado por los propios ciudadanos, por cobardía, comodidad o lealtad religiosa al que ha sido su mundo, el único conocido.

 

Y si, aunque muchos hayamos visto, aunque solo sea una pequeña parte de la verdad, ellos, continúan sin descanso con su mentira.



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