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lunes, 18 de mayo de 2020

Historias de la Nueva Era: Leones y cachorrillos

Ellos lo tienen todo. Se echan a la calle con sus Loewe, Louis Vuitton, Burberry, Gucci…, sus pelos engominados, sus permanentes exclusivas, su palo de golf, hierro siete, para aporrear señales; sus chachas para que hagan ruido en su nombre, se envuelven en banderas del país donde evitan pagar impuestos, porque sería como regalárselos a los pobres desgraciados que han nacido para servirles. Les da igual si cumplen o no las leyes, porque están por encima de la ley, y si no, siempre estará su abogado, un fajo de billetes y el “patriotismo” de los “Can Cerberos”, policías que guardan las cuevas de jueces y fiscales que comparten con ellos, y protegen, su estilo de vida. Porque esa es la cuestión, salen a la calle a “defender su estilo de vida”.

 

A los patéticos ciudadanos que hemos nacido para servirles, nos resultan graciosos, ridículos, grotescos, les recriminamos su insolidaridad (que es como ir a la “señu” porque el Paquito ma pegaó o la Nina ma llamaó tonto). Y es que, en el fondo, “los mataos”, es decir el resto, somos tan dignos y tenemos una ética tan superior, que solo “merecen” nuestro desprecio.

Hace muchos años, al pasar por delante de la extinta Formiga D’Or, del Portal de l’Ángel, un libro llamó mi atención (como pasa siempre, por tener una portada atractiva), se llamaba “Manual para viajeros por España y lectores en casa” de un tal Richard Ford, escrito en 1845. Al parecer este escritor inglés, se dedicó a pasearse por el país a caballo y diligencias, y publicó sus impresiones en varios volúmenes de una o varias regiones. El que cayó en mis manos era el dedicado a Andalucía, y tras hojearlo, me pareció interesante y lo compré.

 

Este hombre, con una escritura muy amena, daba su visión de lo que era esa región desde el punto de vista de un ser superior, intelectual y socialmente. Recuerdo que consideraba que la península pertenecía a Oriente, decía que los mosquitos eran una plaga insufrible, pero que a los españoles no les picaban, porque de tanto comer ajos, su piel olía a ese condimento y los insectos ni se les acercaban (curiosamente bastante más de un siglo después, la pija Victoria Beckam, hizo esa misma afirmación cuando su marido vino a jugar a este país oriental).

Pero de todas sus historias, la que más llamó mi atención era la que contaba que, en cierta ocasión, al pasar el Almirante Nelson con su flota frente a las costas de Tarifa, los españoles dispararon sus miserables cañones contra los barcos, pero él, con el mayor desprecio y dignidad, optó por no responder, “tal y como habría hecho un león al que ladra un cachorrillo”.

 

En este cuento de ahora y de toda la humanidad, los leones son ellos y los cachorrillos nosotros, pero tenemos un implante genético que se encarga de renovar eso que llaman religión, según el cual, por encima de la justicia terrenal está la divina, que será quien premiará nuestras penas en esta vida, una vez la hayamos abandonado, y entretanto, estos que son quienes más dicen creer en ese Dios justiciero, precisamente porque se encarga de defender “su estilo de vida”, viven como parásitos, sin importarles si hacen daño directamente o con sus actitudes perjudican a los mataos que han nacido para servirles.

 

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.

 

Por si no había quedado claro.

 

Así que mientras el resto, vulgares cachorrillos, actuamos como leones vegetarianos, ellos, ante nuestros ojos, roban nuestros dineros, nuestra sanidad, nuestra educación, pasean sus coches de lujo por las carreteras que les pagamos… eso sí, nos parecen ridículos, pero  tendremos asegurado el reino de los cielos de “los ateos dignos”.

 

Y es que en realidad ¿a alguien le parecería coherente defender nuestro estilo de vida, el que "disfrutamos"?


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