Historias de la Nueva Era: Los que se van en el anonimato
Coros de siemprevivas
giran locos pidiendo eternidades.
Sus señas expresivas
hieren las dos mitades
del mapa que rezuma soledades.
El arpa y su lamento
prendido en nervios de metal dorado,
tanto dulce instrumento
resonante o delgado,
buscan ¡oh soledad! tu reino helado.
Mientras tú, inaccesible
para la verde lepra del sonido,
no hay altura posible
ni labio conocido
por donde llegue a ti nuestro gemido.
(SOLEDAD - FEDERICO GARCÍA LORCA)
En la despedida, no tienen de sus seres queridos, ni un te
quiero, ni un adiós, pero es que hasta sus cuerpos parece que deban ser
inhumados en la clandestinidad, porque ya ni tan siquiera suenan las campanas
para estos miles de seres humanos cuya única culpa era haber estado vivos.
Creo que no hay consuelo para ese dolor.
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