Vistas de página en total

domingo, 19 de abril de 2020

Historias de la Nueva Era: La niebla

Los días de niebla, y sobre todo las noches, siempre me han producido sentimientos contrapuestos. Por un lado, de inquietud, por no llamarlo directamente temor y, por el contrario, algo placentero, como el flotar en un espacio desconocido de profundos silencios y en ocasiones de sonidos envolventes (supongo que rebotados en los millones de gotitas de agua que la forman), sin poder determinar su ubicación.

Recuerdo que cuando Alejandro y Rocío eran pequeños, y la niebla bajaba desde la cima de Sant Pere Martir haciendo desaparecer la emisora, les contaba que, alguien la había borrado y tendríamos que volverla a dibujar, antes de que nos borrase también a nosotros.  Siempre me ha gustado fantasear, en ese absurdo en que se mueve la mente cuando le da la gana, que la niebla lo que hace es eso, intentar modificar el mundo borrándolo y volviéndolo a dibujar, intentando hacerlo mejor.

Actualmente hay muchas voces que hablan de volver a dibujar un mundo nuevo y mejor cuando todo esto pase. Hablan del respeto a la naturaleza, de apostar por lo que realmente importa, de devolver los besos y abrazos escatimados anteriormente a los seres queridos, de premiar a quienes nos han regalado su cultura y su arte, adquiriendo sus libros, yendo a conciertos o a las funciones de teatro; también, por supuesto, a quienes se juegan su vida, no por ser superhéroes, que esos no existen, sino porque creen cumplir con su obligación. En definitiva, ganas de comerse la vida, la única que tenemos y que muchos parecen haber descubierto ahora.

Olvidamos que no son nuestros ni el lápiz ni el papel, y nuestra mano como mucho, solo es el instrumento que utiliza esas herramientas al servicio de quienes ostentan el verdadero poder.  Sabemos cómo nos gustaría que fuese ese nuevo mundo, pero también sabemos porque nos lo recuerdan cada día, que lo único cierto es que será un mundo menos libre, menos humano, con más impuestos, más miseria y, sobre todo, con ciudadanos más temerosos. A las personas se les pondrá en la tesitura de elegir entre libertad o seguridad, y los amos del lápiz y el papel habrán vuelto a ganar, igual que cuando éramos pequeños y el dueño del balón no solo tenía que jugar, sino que, o se hacía lo que él quería o se llevaba la pelota y se acababa el partido.

 

Esta noche, al sacar al Twidy al final de la calle, a apenas cincuenta metros, donde ya es montaña, y situado en la pequeña plazoleta desde donde se divisa una ciudad envuelta en una atmosfera lechosa que la borraba y redibujaba continuamente, por la velocidad con la que circulaban las nubes bajas, empujadas por el viento, no he sentido la sensación de flotar en el inmenso silencio, solo he sentido la otra sensación, la del temor por un presente incierto y un futuro en el que no consigo verme situado por alguna extraña razón.


No hay comentarios: