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jueves, 8 de septiembre de 2016

YUSEF, EL HOMBRE ARAÑA



Tánger, agosto de 2.016. Yusef es uno más de los centenares de vendedores/acosadores callejeros. Uno de esos embutidos en la “gandora” blanca muy habitual, a los que un viajero bloguero (con bastantes seguidores) en los que me documenté previo al viaje, denomina "araña" porque te envuelven en su telaraña de palabras y sonrisas y no te dejan escapar (sobre esto me referiré al final de la historia).

Íbamos a entrar en un comercio cuando Yusef se dirige a mí con su retahíla y el manojo de baratijas. Ante mi negativa dice "te espero aquí fuera y cuando salgas me das un Euro para un café" (directo al subconsciente de un occidental). Y como no podía ser de otra forma, cuando salimos allí estaba él apostado en la acera de enfrente, sin poder ocultar su sorpresa de que la mosca se suicidase directamente ante la araña, y fui yo quien me dirigí a él para darle el Euro.

Ahí empezó la sarta esa (también bastante habitual), sobre su amor a los españoles, su idea de que nos tenemos que ayudar unos a otros porque somos vecinos, compartimos historia y tal y tal... que ha visto que estábamos interesados en unas sandalias y que él, por el aprecio que nos tiene a los españoles, nos va a llevar a la tienda de un amigo que nos va a hacer el mejor precio de Tánger. Obviamente otra de las características de muchos de ellos es la de comisionistas y la captación de turistas para llevarlos a "sus" tiendas.
A paso ligero, Yusef, mientras nos cuenta que hace unos años estuvo viviendo en Madrid, nos lleva entre las callejuelas estrechas y retorcidas de la vieja Medina, calles con pocos comercios y ningún turista. Una insensatez, dicen. Sin embargo, llegamos a la tienda de su "amigo", típica tienda/taller de marroquinería. Intercambian unas palabras en árabe (nos pide disculpas por ello) y nos dice que le digamos que calzado nos gusta de todo lo que tiene expuesto. Una vez elegido (como es habitual se niegan a decirte el precio de las cosas hasta que confirmas que lo quieres y ahí empieza el regateo), nos da el mismo precio que en la tienda anterior. Nos hacemos los indignados, vuelven a hablar en árabe y Yusef nos dice que se lo ha hecho reconsiderar al vendedor "porque somos amigos españoles" y nos rebaja dos euros. Para no alargar más la cosa aceptamos y nos despedimos en la misma puerta de la tienda.

Unos diez minutos después, otra vez en la Rue Siaghine volvemos a toparnos con Yusef. Vuelve a mostrar las baratijas y con cara de pena nos vuelve a pedir que le compremos algo de lo que lleva porque no ha vendido nada en todo el día. Nos dice que ese país está muy mal, que se pasa hambre y no hay trabajo (pienso que más de cuatro millones de españoles podrían decir lo mismo del nuestro). Efectivamente Yusef está extremadamente delgado. Le compramos una mano de Fátima por hacerle un favor y cuando nos despedimos nos presentamos por primera vez. Ahí es cuando sabemos que se llama Yusef y le hace mucha gracia que los dos nos llamemos igual. Nos deseamos suerte en la vida y cada uno nos vamos por nuestro lado.
Antes de ir al Petit Socco, punto de encuentro con Rashid, el guía, entramos en el Mercado Central a comprar alguna cosa, y al girar uno de los pasillos, casi nos damos de bruces con Yusef. ¿Será verdad lo de la araña y la telaraña y aun no nos hemos dado cuenta que estamos irremisiblemente atrapados en ella?

El Yusef que nos habla no es el vendedor del que nos habíamos despedido unos minutos antes. En las manos lleva un envoltorio en papel de estraza y lo abre para enseñárnoslo mientras nos dice: "mirad lo que he podido comprar gracias a lo que me habéis dado vosotros", y nos enseña una porción de carne picada del tamaño de un puño. "hoy podremos comer carne en casa porque mi mujer está ¿cómo decís vosotros? ¿embarazada?" "Le hicieron una ecografía y es un niño". A Yusef se le ilumina esa mirada oscura en profundos cuencos y la verdad es que se nos calló el alma.

Aproximadamente una hora después nos dirigimos a embarcar y nos despedimos del guía Rashid.
Rashid, que debe rondar los sesenta años, es un tipo socarrón que adereza sus explicaciones con comentarios graciosos que el mismo culmina con una larga risilla, jijijijiji o ajajajaja musicalmente entonada.
A lo largo de la jornada habíamos creado una cierta complicidad con él, seguramente porque éramos los más "viejos" del grupo. En una de nuestras conversaciones lo vimos triste por primera vez. Nos contó que cuando era joven se embarcó en una patera con su mejor amigo para huir a España y que cuando llegaron, le dijo a la policía que lo devolviesen a Marruecos. En la travesía a España pensó en su familia y no pudo soportar la idea de no volver a ver a su madre en quince o veinte años. Su amigo le rogó que no volviese, que habían sufrido mucho para llegar hasta allí, pero fue inútil.
Rashid mira al infinito y se le humedecen los ojos cuando nos cuenta que cinco años después fue a recibir a su amigo al puerto. Venia dentro de una caja de madera. Había fallecido por causa de la droga. Nos dice que fue uno de los días más tristes de su vida, porque aquel había sido su mejor amigo desde la infancia.

En la travesía de regreso a Tarifa pienso en Yusef y el término despectivo de "araña", y pienso en que el bloguero “viajero empedernido”, los define así "porque te envuelven en su telaraña, con palabras y sonrisas", a lo que añade que son "embaucadores", y siento que seguramente es así y que es su forma de sobrevivir. La forma que tienen para poder llevar un poco de carne a su familia.


El banquero embutido en su Emidio Tucci que envuelve en "su telaraña, con palabras y sonrisas, para embaucar a unos ancianos y robarles sus ahorros, "colocándoles Preferentes" y con eso poder comprarse un buen coche, casa y segunda residencia (lo que sería la carne picada) si no es una araña, ¿qué es, escorpión?

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