Historias de la Nueva Era: ¿Cuál es la diferencia entre tanatoestética y tanatopraxia?
Obviamente para encontrar estas palabrotas he tenido que mirar en internet, porque lo que yo buscaba era el nombre culto del oficio que, todos y todas conocemos como “maquillador de muertos” que, obviamente, no queda tan fino y además da mal rollo.
La “tanatoestética” es la encargada de maquillar y dar algo
de lustre al cadáver. Dejarlo vistoso, vamos.
La “tanatopraxia” vendría a ser el de darle una forma humana.
Recomponer sus gestos y esas cosas que también sabemos se quedan por el camino
en el traspaso.
Hace unos años, en épocas distintas, dejaron el mundo de los vivos, entre otros, Fraga y la Rita Barberá. Me refiero a estos dos porque los tengo más recientes en el archivo de la memoria, y cuando ocurrió tuve los mismos sentimientos que estos días. Como soy bastante reiterativo, también quise expresar lo que entonces era perplejidad y ahora certeza, de que el ser humano es el más indigno de los bichos que pueblan el planeta.
El uno, había sido un fascista miembro de los gobiernos
franquistas que firmaron alguna que otra pena de muerte y amo de las calles, entre
otras cosas. La otra, una vividora, borracha y prevaricadora, de una calidad
humana tan notable como para burlarse de los familiares de los fallecidos en el
“asesinato” del metro de Valencia, que pedían responsabilidades y su dimisión.
En ambos casos, como en el noventa y nueve por ciento de los
fallecimientos, solo que estos eran personajes públicos; entraron en acción los
“tanatoestéticos” y los “tanatopraxicos”, para recomponer sus cadáveres y lavar
su imagen, convirtiéndolos en adalides de las libertades, la democracia, y
destacando una “vida dedicada al servicio público”.
La cosa no tiene secretos, se trata de cepillar los trapos
sucios y destacar (o inventar) los hechos positivos de su vida, es decir,
maquillando (la tanatoestética) su biografía, y dejando caer de la misma esas
“cosillas”, como los títulos y masters se caen misteriosamente del currículo de
los políticos, de la noche a la mañana.
Así quedó que, “Don Manuel”, había sido incluso uno de los
“padres” de la Constitución (si, la que no votó a favor), y de un talante tan
tolerante que hasta se cruzó una partida de dominó con un “dictador comunista”
como Fidel. La otra, fue convertida en una víctima de la sociedad, repudiada,
que murió sola y frustrada en la habitación de un hotel, tras meterse en el
cuerpo una cena de pincho de tortilla y vaso(s) de wiski.
A todo esto, están los “colaboradores pasivos”. Los que no practican
directamente la tanatoestética, pero callan o suavizan los hechos, porque al
parecer es lo políticamente correcto, y porque “no se habla mal de los
muertos”. De lo que se deduce que la muerte iguala a todos, las buenas personas
y los hijos de mala madre. Esta injusticia vendría a ser como la impunidad
(inmunidad, le dicen) del emérito, que nos limpia los pecados en el momento del
traspaso, para que los gusanos no sientan nauseas.
Esta semana ha fallecido un personaje que era drogadicto,
alcohólico, pederasta, camorrista y colaborador de la Camorra. Un machista
agresor, con un número de hijos, reconocidos y no reconocidos, que es la
envidia del mismo Julio Iglesias. Que acabó su primer mundial expulsado,
abandonó el Barça con una sanción de cuatro meses, dejó Italia suspendido por
dar positivo en drogas, con una orden de cárcel de catorce meses por fraude, y
que acabó su carrera “deportiva”, expulsado del mundial de EEUU por dopaje y
suspendido de por vida. Se me olvidaba, además de todo eso, muchos decían y
dicen, que ha sido el mejor futbolista de la historia, incluso los que solo han
visto cuatro de sus goles en video, y añaden, que metió el mejor gol que se ha
metido nunca en un mundial y también el más tramposo, ambos en el mismo
partido, aunque el más idolatrado es el de la trampa, que ha pasado a la
historia como “la mano de dios”.
Llevamos unos días de desfile televisivo, radiofónico e
internauta, de plañideros tanatoestéticos y tanatopraxicos, convenciéndonos que
ese llamado “dios” de iglesia propia, también disponía de su Santísima
Trinidad, y que había que diferenciar entre el futbolista, el personaje y la
persona. Lo de siempre. Así, con los ojos convertidos en contenedores
lacrimógenos, nos aleccionaban de que no había que hablar de “esas cosas que
todo el mundo conoce”, sino de su futbol, de la felicidad que había llevado a millones
de personas de todo el mundo, y a la vez, que todos ellos parecían tener una
relación personal con “Diego” (así, en plan familiar), anécdotas (chorradas)
con él, que les hacía sentirse más importantes, y sobre todas las cosas, que
“Diego” era una gran persona. Como contaba mi suegro, médico, que le dijo una
señora de esas que, si le cuentan que lo suyo no era “arreglar a los muertos”
sino ejercer la tanatoestética, le suelta un guantazo a quien le profiriese ese
insulto; tras emperifollar a un fallecido, se dirigió a él “mire usté que
precioso y que bonito ma quedao”.
En fin, que mi padre se equivocó conmigo, porque me educó
para ser una buena persona, y en realidad me tendría que haber educado para
procurarme en vida unos buenos tanatoestéticos y tanatopraxicos, que fuesen mis
biógrafos en el más acá para cuando me traspasase al más allá.
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