El final del verano nos retrotrae a escenas imaginadas por
Goya, seres grotescos de inflamados mofletes rojos, rodeados de mujeres de
pechos incontenidos en sus blancas blusas y niños picaros de ojos avarientos,
entre racimos de uva y chorros de vino.
Más lejos, en los campos de la Toscana también se celebraban
las famosas bacanales, que como su nombre indica, se hacían en honor de Baco
dios del vino, e imaginamos fiestas sensuales en una orgía de los sentidos.
La vendimia está ligada al final del verano y a un
sentimiento de fiesta y alegría para los pueblos donde se celebra.
Para mí, las referencias a ese dios se limitan a unos cuantos
recorridos por las estanterías de los supermercados intentando encontrar la
botella de vino más asequible.
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