Ayer cumplió años mi segunda madre. Algunos dicen que fui un
niño desgraciado porque me quedé huérfano a los ocho años. Es posible, seguro,
pero la realidad es que a cambio he tenido tres madres. La primera me trajo al
mundo y vivió mi niñez, ilusionada en verme crecer; ilusionada con su niño de
mechón blanco, que se llevaría de calle a las mujeres (ya lo sé, como profeta
no hubiera triunfado). La segunda, que ayer cumplió años y tuvo que pasar de
niña a mujer de la noche a la mañana, de los cacharros de cocina de juguete al
fogón de verdad; soportó mi paso de la niñez a la pubertad, mis primeros pelos
sobaqueros y mis caprichos de niño mimado. Los del niño al que se le consiente
todo para compensarle de su desgracia. La tercera madre tuvo que soportar las
consecuencias de aquellos mimos, recogerme la ropa sucia rebuscando entre los
rincones de la habitación, ponerme el plato en la mesa... y recogérmelo...
Y todo esto lo hicieron sin recriminármelo nunca, lo hicieron
porque me querían, porque para ellas era su hermano, pero también su hijo. Yo
eso no podré devolvérselo nunca. Nunca podría devolverles tanta dedicación,
paciencia y amor. Ya solo me queda reconocérselo y decirles que las quiero...
aunque ninguna tenga Facebook, porque ellas son de los tiempos de Elena
Francis, aquella señora (muchos decían era un cura), que precisamente, siempre
aconsejaba paciencia y amor, paciencia para soportar al marido agresor como era
"su deber" de esposa, y paciencia para soportar al hermano caprichoso
e inmaduro...
Temps era temps
que més que bons o dolents
eren els meus i han estat els únics.
Senyora Francis, m'entén?
amb aquests coneixements,
què es podia esperar de nosaltres?
Si encara no saben, senyora,
què serem quan siguem grans
els fills d'un temps,
els fills d'un país orfe.
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