Aquel 15 de febrero de 1978
Aquella
noche se jugó una eliminatoria de Copa entre el Alavés y el Barcelona. Yo era
el furri (cabo furriel) de la 42, en el CIR de Vitoria donde me chupé toda la
mili, y aunque ese día no pusieron a la venta las entradas de precio reducido
para “militares uniformados”, unos cuantos colegas catalanes, fuimos al partido
vestidos de romanos ya que disponíamos de un permiso especial para llegar
después de retreta. En el tiempo que estuve allí, el Alavés, donde jugaba un
jovencísimo Valdano (al que veíamos más por las tascas de “la cuchi” o “la
zapa”, que corriendo la banda), estaba en segunda división y fui unas cuantas
veces a ver sus partidos, pero el campo esa noche estaba de bote en bote para
ver aquel Barça donde aún jugaba Cruyf.
Mendizorroza
por entonces, era un campo a la antigua usanza, como solo los habíamos visto en
los NO-DOS y en blanco y negro. La contra tribuna lateral, donde estábamos ese
día, tenía una cubierta de tejas, sostenida por columnas de madera, sobre un
piso terrizo de unos diez desniveles, donde obviamente se estaba de pies.
Las
semanas previas había nevado en Vitoria y alrededores hasta tal punto que,
incluso algunos días quedaron cortadas las carreteras, y ese día (y los
previos, como casi todo el año) llovía a raudales. El terreno de juego era un
poema, charcos que se tragaban el balón, barro, mucho barro (que tiempos
aquellos), y charcos que escupían la pelota en aguaplaning. Desde el principio
los jugadores del Alavés (segunda división), se comieron a los del Barça, que
eran incapaces de dar dos pases seguidos. El mejor fue Artola, el portero, y
Cruyf estuvo, si, pero procuraba estar donde no había, ni balón ni
posibilidades.
A
nuestro alrededor la gente rugía de placer viendo como sus jugadores se imponían
en el campo, y un grupo, dotado de los correspondientes chorizos, salchichones,
barras de pan… se pasaba una enorme bota de vino, de unos a otros, sin parar.
Cuando no tenían la boca llena, la empleaban en gritar ¡catalanes burgueses…! ¡catalanes
capitalistas…! ¡catalanes fascistas…! ¡catalanes ladrones! .... la retahíla no parecía tener fin, y llego un
momento en que no me pude aguantar más.
-Oiga
ya está bien de insultar no…? –me dirigí al que tenía a mi espalda.
-¡Hostia!
¿Qué pasa, que sois catalanes…?
-Pues
sí, y ni somos fascistas, ni ladrones, ni burgueses…
-Coño…
perdonad, que no queremos molestar… -¡Eh… dejad de insultar, que estos chavales
son catalanes y es buena gente…! - Les gritó a sus colegas -… y pasad la bota y
los fiambres para aquí a estos chavales, que todos sabemos lo que es la mili….
Aquella
gente venía de Miranda de Ebro y el Alavés les daba igual. Habían ido a
divertirse y a ver perder al Barça… y consiguieron las dos cosas. Nosotros no
nos divertimos, pero también vimos perder al Barça, aunque eso si, pese al
disgusto de la derrota por el ridículo que habían hecho, nos pusimos a gusto,
bota va, bota de vino viene. ¿Y Cruyf? Se marchó como quien dice sin haberse
manchado las botas, pero para dar la nota le montó un sarao al impresentable de
árbitro, para que lo amonestase ante el regocijo y las burlas de todo el
estadio.
Ahora,
treinta y nueve años después, la final de Copa me ha traído a la memoria
aquella noche de febrero, empapados en agua bajo la vetusta cubierta de
Mendizorroza. Y lo peor es que, mirando la prensa con la crónica de ese día,
alucino con el titular de El Mundo Deportivo “eliminatoria encarrilada”, “clima
de trámite en el once azulgrana”. ¡¡Clima de trámite!!
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